Equilibrio entre analógico y digital
Hace unos días entré a una antigua tienda en el centro de Bogotá donde venden discos y libros usados. Las estanterías, la decoración y la organización conservaban ese delicioso olor de los objetos que se niegan a desaparecer. Empecé a mirar vinilos en una caja donde se veía una mezcla sin ningún orden de todos los géneros y se me ocurrió preguntar por un artista en particular. Pensé que me dirían que tenía que buscar yo mismo manualmente. Pero no. De repente la asistente buscó en un computador y me indicó que sí tenía los discos, y en medio de ese aparente desorden los ubicó rápidamente. Sentí alivio al ver que no tuve que buscar uno a uno, pero al mismo tiempo desilusión, porque quería seguir jugando a la sorpresa de estar en 1985 sin acudir al buscador.
Este es el claro ejemplo de cómo puede convivir en armonía lo analógico y lo digital. Tomar lo mejor de los dos mundos: la facilidad de búsqueda sistematizada y el encanto de palpar, sentir, tocar, mover y clasificar objetos que tienen historia. La buena noticia es que el ser humano está llegando a ese equilibrio en el que ya no desprecia lo analógico pues lo digital lo está empezando a saturar. Hace 10 años la promesa del smartphone era llevarse el trabajo a todas partes con la bonita idea de no tener que estar siempre en la oficina.
Hoy es de sabios reconocer que estar conectados con el trabajo 24 horas puede ser el primer paso para la demencia. Si la promesa de 2007 era poder comunicarse con cualquier humano en tiempo real gracias al chat, a los mensajes de texto, al correo electrónico y a las redes sociales, la realidad de 2017 es que por más de que tengamos todas esas vías para comunicarnos con alguien, ninguna funciona. No hay tiempo para responder.
Mientras los formatos digitales de música crecían mirando con desprecio la venta de discos compactos, demostrando que los formatos físicos ya no tenían validez, ocurrió lo inesperado: el mercado de los vinilos despertó y hoy se venden más acetatos que CD. Hoy de nuevo las imprentas de vinilos están produciendo.
Y con los libros pasa lo mismo. En 2016 por tercer año consecutivo cayeron las ventas de libros digitales en Estados Unidos perdiendo US$1.000 millones. Los ingresos cayeron 17% en un año y las unidades vendidas, 14%. El placer sensorial de sentarse a leer, de subrayar, de sentir cuántas hojas faltan, de oler el papel y la tinta, no se ha podido reemplazar con la lectura digital. Las cifras de la Association of American Publishers concluyen además que los libros impresos más vendidos son los inspiracionales, de autoayuda, religiosos y espirituales.
Podemos pensar entonces que además de estar buscando por fin un equilibrio entre lo analógico y lo digital, estamos también tratando de ser mejores personas y de rescatar principios y valores que tal vez, en la era digital parecen más perdidos. Y esa sí que es una buena noticia para la humanidad.