Pregúntele al ChatGPT
Lejos han quedado las películas de ciencia ficción de Spielberg en las que nos mostraban cómo los avances científicos iban a permitir a los humanos confiar sus vidas a los sofisticados robots hechos para cubrir todas sus necesidades.
La realidad es que las aplicaciones de inteligencia artificial (I.A.) ya son múltiples y los sectores de la salud, educación, finanzas, transportes y cultura ya la están usando. La I.A. esta en nuestras vidas en forma de asistentes virtuales de voz como Siri y Alexa, en la detección facial de los teléfonos móviles, en chatbots, etc.
El término inteligencia artificial describe la capacidad de una máquina para imitar o simular el comportamiento humano inteligente mediante la tecnología. Esta tecnología permite analizar, categorizar, extraer y procesar datos no estructurados haciéndolos funcionales.
Por estos días los chatbots -un chatbot es un software de I.A. que simula una conversación real con una persona- son tema de actualidad. Hace unas semanas, la empresa OpenAI (una empresa de investigación, sin ánimo de lucro fundada por importantes inversionistas de Silicon Valley como Elon Musk y Sam Altman y cuyo objetivo es desarrollar I.A. para el beneficio de la humanidad, predica su página web) lanzó un chatbot llamado, ChatGPT.
Este chatbot, que es la nueva star de las redes sociales, es un modelo de lenguaje que ha sido programado y entrenado con una gran cantidad de datos para poder responder a preguntas o consultas. Estos datos incluyen libros, artículos, noticias, conversaciones, entre otros, que se utilizan para enseñarle al modelo cómo comprender y generar respuestas de manera coherente y natural. Su capacidad para dar respuestas exhaustivas y construidas coherentemente (o al menos así lo aparentan) a las preguntas de sus usuarios ha resultado sorprendente.
La irrupción de la I.A., y el debate generado por los peligros que un mal manejo de esta tecnología pueden causar, ha llevado a reguladores a crear normativas respecto a su uso. Por ejemplo, normativas europeas disponen que, entre otros: los robots deberán tener un interruptor de emergencia para evitar cualquier situación de peligro, los robots y otras tecnologías deben de ser concebidas para ayudar y proteger a los humanos y no para dañarlos o que no podrán generarse relaciones emocionales con los robots...
En 2021, la Comisión Europea estableció el “Comité Europeo de Inteligencia Artificial” que se ha dado a la tarea de desarrollar e implementar una normativa especifica a la I.A. para poder aprovechar las oportunidades que esta genera y mitigar sus riesgos (protección de datos, evitar que se creen y reproduzcan sesgos en la información, controlar la opacidad de algunas aplicaciones de la I.A…).
Si bien los avances de esta tecnología son extraordinarios, la I.A. no ha podido reemplazar la complejidad del pensamiento y del lenguaje humano ni descifrar las emociones que nos caracterizan y nos hacen únicos e irrepetibles. Las respuestas del ChatGPT nos asombran por lo elaboradas y detalladas, más dichas respuestas también han resultado en ocasiones erradas. Tal vez, ChatGPT reemplazará a Google más esta lejos de reemplazar a los humanos, por ahora...