“Sea curioso, infatigablemente curioso”
En un mundo en constante cambio, la capacidad de cuestionar, explorar y aprender continuamente se ha vuelto crucial. Bien lo dijo Albert Einstein refiriéndose a su inteligencia y a la importancia de cuestionarse y de no dejar de aprender: “no tengo talentos especiales. Solo soy apasionadamente curioso”.
La curiosidad ha sido vista a lo largo de la historia como una fuerza motriz esencial para el desarrollo del conocimiento y del crecimiento personal. Desde el método socrático de Sócrates hasta la duda metódica de Descartes, la curiosidad ha sido valorada como un rasgo humano fundamental que impulsa la búsqueda de la comprensión de lo que nos rodea y de nosotros mismos.
La curiosidad, esa capacidad de observar, cuestionar y experimentar con el mundo, ha impulsado los avances más significativos en la ciencia y la tecnología.
Los psicólogos israelíes Daniel Kahneman y Amos Tversky, son un ejemplo de cómo la curiosidad puede revolucionar campos enteros del conocimiento. El deseo de estos de entender cómo las personas toman decisiones los llevó al desarrollo de la economía del comportamiento, desafiando las nociones tradicionales de racionalidad y abriendo nuevas vías para comprender el comportamiento humano. La colaboración entre Kahneman y Tversky se caracterizó por un diálogo constante y una curiosidad mutua sobre las ideas del otro. Su disposición a cuestionar y explorar las perspectivas del otro fue fundamental para sus descubrimientos.
Respecto a la curiosidad como una característica esencial de los líderes, en su libro ‘Think Again’, Adam Grant, escritor y profesor estadounidense, destaca la importancia de la curiosidad para ejercer un liderazgo efectivo. Grant argumenta que los líderes más exitosos son aquellos que adoptan una “mentalidad de científico”; es decir, los que siempre están dispuestos a cuestionar sus propias suposiciones y aprender de nuevas evidencias.
Esta disposición no solo mejora la toma de decisiones, sino que también fomenta un entorno de trabajo donde la innovación y la creatividad pueden florecer.
Y los beneficios de la curiosidad para las organizaciones también son notables. Francesca Gino, profesora de Harvard Business School, argumenta en su artículo “The Business Case for Curiosity” de Harvard Business Review, que: la curiosidad reduce los conflictos y abre líneas de comunicación más efectivas; mejora la toma de decisiones al permitir que los empleados consideren una mayor variedad de perspectivas y opciones; e incrementa la creatividad, ya que alienta a las personas a explorar nuevas ideas y soluciones innovadoras.
Cuando los equipos son curiosos, son más empáticos, propensos a escuchar y considerar diferentes puntos de vista antes de tomar decisiones. Las organizaciones que promueven la curiosidad y el pensamiento crítico suelen desarrollar productos y soluciones más innovadoras, y adaptarse mejor al cambio.
Así pues, fomentar la curiosidad, la capacidad de cuestionar, el estar abierto a nuevas ideas y el reconocer las propias limitaciones impulsa al aprendizaje. Los debates constructivos, el entender y aceptar que siempre hay más por descubrir nos motiva a aprender más, a mirar continuamente hacia adelante, buscando nuevas ideas, experiencias y oportunidades para hacer las cosas mejor y de diferentes maneras.