“¿Cómo se sentirían los juguetes si Andy se marchara a la universidad?” Aunque nadie en el equipo tenía la respuesta, todos se dieron cuenta de que allí estaba la idea fundamental, el punto de partida que habían estado buscando durante años para darle continuidad a la historia de aquel niño que se hacía mayor y el consecuente desprendimiento de aquellos muñecos que ya habían tenido el tipo de éxito que trasciende generaciones. El reto no era menor.
¿Qué quedaba por decir? Ese éxito podría ser la condena que sepultara el nuevo tramo de la historia. En el equipo ya habían cometido hasta los errores más estúpidos y solucionado problemas que parecían imposibles de superar por más de 12 años. Se conocían y se tenían confianza, pero hasta donde podrían tirar de su creatividad para atender la exigencia de millones de personas que sentían como suyo un producto que ellos habían creado.
Para entonces Ed Catmull entendía que para conseguirlo, los errores, las anomalías y los escollos que no podían prever deberían tener un espacio. Así lo marcaba su experiencia como cofundador de Pixar Animation 21 años antes. No se trataba de un método sencillo y claro para el éxito creativo que siempre perseguían. “Ni la seguridad en uno mismo ni una labor seria y concienzuda de liderazgo lograrán impedir los problemas inesperados, algunos muy graves” enfatiza.
“Si no experimentas el fracaso, estás cometiendo un error todavía peor: estás funcionando bajo el deseo de evitarlo (…) equivocarse lo antes posible es optar por una forma de aprender rápida y agresiva”. Para la historia de Andy y su partida a la universidad ya había claridad en que detectar los fallos mientras se avanzaba, aunque ya estuvieran a medio camino, les podía costar mucho dinero, pero no tanto como las pérdidas que posiblemente causarían en términos económicos y de prestigio a la compañía. La creatividad y los errores parecieran hermanos siameses.
Los errores, para Catmull, “son la consecuencia inevitable de hacer algo nuevo y deberían ser vistos como algo valioso; sin ellos no existiría la originalidad”, lo dice en su libro “Creatividad, S.A. -Como llevar la inspiración hasta el infinito y más allá-” donde comparte todas las lecciones que le ha dejado el camino. Como aquella cuando Steve Jobs lo llamó para preguntarle sobre la idea para Toy Story 3 y le respondió que, aunque fuera realmente extraño no había ni un solo problema grave. Lejos de tranquilizarse, Jobs le dijo “Cuidado. Puede resultar peligroso”.