Rick Rubin ha sido el productor de algunos de los mejores discos de la historia del rap, el rock e incluso el country, sin embargo, ha dicho que él no sabe nada sobre música. ¿Cómo sabemos entonces cuándo hemos alcanzado la grandeza? Él es catalogado como un sabio moderno. Un título demasiado ambiguo para quien reconoce que se deja llevar por su intuición en todo momento. Sería más acertado asegurar que es un genio creativo guiado por su sensibilidad, la música y la meditación.
A los 14 años un cuadro de estrés diagnosticado lo condujo hacia la meditación trascendental, la cual sería determinante en su concepción de la existencia y la creación. Años después, su primer estudio de grabación, a ojos de quien tiene todas las herramientas, era poco más que precario, sin embargo -dicen quienes lo vieron trabajar- difícilmente podría verse a alguien más enfocado, con la conciencia y la actitud del ‘hazlo tú mismo’, sabiendo lo que quería y sin tener miedo a fallar. Es su visión, la que plasma en “El acto de crear: una manera de ser”.
La creatividad no es un don reservado para unos pocos, ni una habilidad inaccesible, es lo que argumenta. Es parte fundamental de nuestra naturaleza como seres humanos. Todos somos creativos, aunque algunos estén más en sintonía con esa capacidad que otros. Saber canalizar esa fuerza creativa es un proceso que se puede aprender y perfeccionar. Para abrirse a la inspiración, es clave tomarse el tiempo para observar el entorno, hacer pausas conscientes para reflexionar cómo se siente y desarrollar rituales que conecten con el flujo creativo propio.
La creatividad es una forma particular de estar en el mundo. Es afinar los sentidos para captar lo sutil, prestar atención a lo que atrae o aleja, y observar los matices emocionales que emergen de cada experiencia. Esa misma sensibilidad que impulsa a crear también genera vulnerabilidad. Así nace el arte, por ejemplo, de la capacidad de manifestar lo que se lleva adentro y compartirlo, no desde la perspectiva de la obtención de éxito, sino como una expresión genuina del paisaje interior. Al entrar en contacto con el mundo interno, se descubre una conexión profunda con el exterior, reconociendo que ser creador implica mantener un vínculo constante con esa abundancia interna.
Lo que importa es la conexión interna que logras a través de tu arte. Mantente fiel a ti mismo, flexible en tus métodos y abierto a las emociones que te mueven. En donde hay emoción, hay luz, y en este libro, hay mucha de ella.