Analistas 14/10/2025

Entrenar la mente

Lewis Acuña
Periodista

A veces el cuerpo se detiene para que el alma lo alcance. Eso le ocurrió al entrenador que un día dejó de correr detrás de resultados y empezó a escucharse. El hombre que vivía de perfeccionar cuerpos y técnicas que terminó enfrentando su propia enfermedad como un espejo. El cuerpo habló cuando él no podía hacerlo y descubrió que la verdadera fuerza no está en resistir, sino en rendirse con respeto.

Durante años había entrenado a deportistas de élite, rodeado de gritos, adrenalina y victorias. Hasta que el ruido fue tanto que ya no escuchaba su respiración. En medio de tratamientos, dolor físico y noches sin descanso, se dio cuenta de algo que la exigencia sin amor enferma. Eso ningún campeonato se lo había enseñado. El cuerpo obedece, pero el ser se apaga cuando la mente solo repite, “debes hacerlo mejor”.

A partir de allí comenzó otro tipo de entrenamiento. Uno que no lo conducía a ningún trofeo ni arrancaría aplausos al público. Aprendió a hablarse con cariño, a no insultarse cuando el cuerpo no respondía, a tratarse con el mismo respeto que pedía a sus alumnos. Entendió que el ego siempre quiere ganar, pero el ser solo quiere paz.

Muchos lo habían conocido por acompañar a grandes tenistas, pero pocos sabían que detrás del gesto sereno había un hombre en reconstrucción. Su método no nació de un manual, sino de su propio derrumbe, de la conciencia de que la imperfección, cuando se agradece, deja de doler.

En sus charlas habla del ser y del personaje. El personaje es el que compite, el que busca aprobación, el que teme fallar. El ser, en cambio, es quien observa sin juicio, quien puede perder un partido y aun así sentirse entero. No se trata de dejar de competir, sino de hacerlo sin depender del resultado para sentirse valioso. Cuando el ser guía al personaje, la vida se vuelve más liviana.

Hoy, enseña a niños y adultos a escucharse antes de actuar. Les recuerda que el respeto empieza por uno mismo, que el amor no es debilidad, que el silencio puede ser el mejor entrenador. Lo hace con la calma de quien ya no necesita demostrar, sino compartir.

Ese camino de enfermedad, caída y renacimiento llevó a Pepe Imaz a escribir su libro El arte de entrenar tu mente, cuyo principal mensaje es que el cuerpo puede enfermar, la mente agotarse y los logros desaparecer, pero el ser -ese que se ama y se respeta en silencio- siempre encuentra la forma de sobreponerse… si lo entrenamos.

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