Analistas 25/08/2025

La canción

Lewis Acuña
Periodista

Una colmena de abejas es realmente intrigante y maravillosa. En los países con estaciones, el invierno puede ser su apocalipsis, su infierno. Muchas de ellas mueren por el frío extremo, el agotamiento o la falta de alimento. No hibernan, pero el clima las obliga a reducir su actividad al mínimo. La inactividad se convierte en condena, porque no pueden salir a recolectar néctar y deben sobrevivir con la miel que han almacenado. Esa es su única fuente de energía para mantener la temperatura en una bola de calor que rodea a su reina. Ella es la única razón de su corta vida.

Cuando la colmena sobrevive, suena el canto de victoria. Es el zumbido de miles de pequeñas alas que se agitan como prueba de vida y que la celebran con trabajo. A través de él se comprenden y se ordenan en una danza vibracional, sonora y química. Cada abeja a lo suyo, con un propósito instintivo y arrollador. Vuelan alto, y aun cuando todos los panales se llenan de miel, de fuerza y de las nuevas generaciones, algo aún más extraordinario para la comunidad puede ocurrir. El ascenso de una nueva monarca.

Las obreras eligen una larva, la alimentan exclusivamente con jalea real e intuyen que ha llegado el momento de partir. Siguen su propio ciclo. Todas se preparan, afinan el zumbido y la colmena se divide. La reina madre y un grupo de abejas obreras salen, dejando atrás alimento, crías y certezas. Lo hacen sin saber si habrá un mejor lugar. Lo hacen porque el propósito de la colmena no es sobrevivir dentro de sí misma, sino expandirse. Pasa porque el papel de su reina no es ordenar, sino liderar. Su vida no es una metáfora.

Liderar no es exigir más, es encender significado. Es hablar un canto sobre el cambio que se busca, hacer espacio, invitar, escuchar, y luego quitarse del medio para que el equipo avance. Por eso importa cómo se trabaja, no solo qué se entrega. Una reunión convoca si respeta el tiempo y la atención. Un acuerdo funciona si define responsabilidades y deja margen para el ingenio. Una meta moviliza si permite que cada quien exceda sus propias expectativas. La productividad que cuenta no viene solo del tiempo, viene del compromiso, del zumbido.

A ese zumbido interior le llama Seth Godin, ‘La canción del líder’, un manifiesto para cualquier equipo de trabajo. Uno sobre cómo los grupos no se movilizan por presión, sino por inspiración. Porque el liderazgo no ordena desde arriba, vibra desde dentro. Y un equipo que encuentra su canción, vuela junto. Y vuela lejos.

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