—Basura de tú todo lo puedes— me dijo con una sonrisa burlona, irónica. No me sorprendió. Es muy frecuente y conocido su sentido del humor. Pesado una veces, muy negro otras. Coincidimos en el ascensor. Había retenido las puertas para que yo alcanzara a entrar. Llevaba en mi manos ya ajado, lleno de banderitas de colores, párrafos resaltados y anotaciones en tinta roja, el libro que estaba terminando. El típico aspecto de lo que es valioso en lo que leo.
—‘La riqueza que el dinero no puede comprar’, Robin Sharma— leyó en la portada. En voz alta y con el mismo tono que expresaba con aquella sonrisilla. Menos de un minuto, del primer al séptimo piso sin escalas, el tiempo que tenía para aceptar en desacuerdo sus palabras, iniciar un debate que terminaría inconcluso del porqué estaba equivocado o tratar de darle un resumen aún más ligero que su conclusión. Opté por contarle una historia. Muy breve.
—Mire, le dije, usted debe saber de Eugene O’Kelly, de Kpmg, el director ejecutivo mundial. Un tipo lleno de plata y poder, uno de los que construyó esa consultora. Dicen que queridísimo, pero que le daba tan duro al trabajo que salvo para los eventos sociales, ni siquiera había invitado a comer a la esposa. Se le pasaron navidades, presentaciones de colegio de los hijos, cumpleaños y dice ‘pues me voy a convertir en un creador de momentos perfectos’. Se reencuentra con la familia, los amigos, le baja al trabajo, le mete una visión estratégica al asunto. Siente por fin una vida plena haciendo cosas que se da cuenta que también valen la pena además de ser millonario y se muere. Había tenido un constante dolor de cabeza ‘tonto’. Fue al médico para que le dieran algo que se lo quitara y le encontraron un tumor cerebral que no se lo podían operar. Le dieron 90 días de vida. El tipo ya había podido todo, pero solo hasta el final sintió de verdad la riqueza que el dinero no puede comprar. Yo creo que a uno sí se le pueden pasar esas cosas, pero no tiene que ni ser un magnate en desgracia o tener tres meses de vida para valorarla.
Se abre la puerta del ascensor. Piso 7. Pese a su sentido del humor, es un tipo sensible. Casado, con hijos pequeños. —Es cierto — me dice como despedida.
Prepararse, como lo dice el libro, para “Convertir los contratiempos en fortalezas, las heridas en sabiduría y los problemas en prosperidad” no es basura. “El éxito tiene lugar (también) en la privacidad del alma” y propone ocho formas de riqueza que tú puedes descubrir.