La energía nuclear es indispensable para Colombia
El mundo está hambriento de energía. En 2023, alcanzamos récords históricos en el crecimiento de la energía convencional, como petróleo y gas, mientras presenciamos un salto sin precedentes en el desarrollo de fuentes como la nuclear, solar y eólica. Esta aparente contradicción refleja los profundos desafíos que enfrentamos: garantizar la seguridad energética mientras avanzamos hacia un modelo más sostenible.
En este contexto, la energía nuclear emerge como un actor clave en la transición energética. No es solo una fuente confiable de energía base, sino también el mejor complemento para las renovables. Su capacidad para mitigar la intermitencia inherente a fuentes como la solar y la eólica la convierte en una pieza fundamental del rompecabezas energético. Sin embargo, debemos ser claros: este potencial no se alcanza sin resolver problemas importantes.
Un aspecto central para aprovechar la energía nuclear es nuestra capacidad de gestión de proyectos. Antes de embarcarnos en inversiones de gran escala, es crucial desarrollar un marco regulatorio sólido y bien diseñado que sirva como cimiento para todo el desarrollo posterior. Esto no solo establece las reglas del juego, sino que también genera confianza entre los actores públicos y privados.
La energía nuclear, pese a sus innegables ventajas, ha ganado un título nada envidiable: es campeona en sobrecostos y en ejecutar proyectos fuera de tiempo. Entre el diseño y la puesta en marcha de un reactor pueden pasar entre 10 y 15 años. Si Colombia aspira a contar con energía nuclear para 2035, el reloj no está a nuestro favor. Necesitamos comenzar ahora, con pasos concretos y estratégicos, para evitar que los desafíos técnicos y regulatorios nos dejen rezagados.
Pero más allá de lo técnico, está lo humano. La cultura nuclear es clave. No podemos permitirnos perder la memoria colectiva que ha garantizado que toda la cadena de valor opere bajo los más altos estándares de calidad. Cada reactor, cada proyecto, debe ser un testimonio del rigor y la excelencia que exige esta industria.
En el caso de Colombia, los Reactores Modulares Pequeños (SMR, por sus siglas en inglés) representan una opción particularmente atractiva. Estas tecnologías ofrecen un diseño modular y costos significativamente más bajos, lo que las hace más accesibles para países que buscan dar sus primeros pasos en energía nuclear. Además, su escalabilidad permite adaptar los proyectos a las necesidades energéticas de regiones específicas, sin comprometer la estabilidad de la red.
Colombia tiene una oportunidad única en esta transición. Mientras buscamos diversificar nuestra matriz energética, debemos mirar la experiencia global, aprender de los aciertos y errores, y apostar por soluciones que combinen sostenibilidad, seguridad y desarrollo. La energía nuclear no solo debe ser considerada; debe ser integrada como una opción estratégica en nuestro camino hacia el futuro.