Analistas 01/02/2022

¿Cómo hacer política?

Lucas Marín Llanes
Predoc Fellow CESED

Colombia no se desarrolla por el camino que la mayoría desea y son necesarias transformaciones para una nueva ruta. Hay diversas alternativas políticas, con propósitos de país diferentes. Sin embargo, incluso dentro de estas alternativas, hay disenso en la forma en la que se debería hacer política. Para mí, la forma correcta no es evidente, no tengo una respuesta concreta y el propósito de esta columna es compartir esas dudas. Por un lado, una forma de ver la política es que, independientemente del proceso, el fin es llegar al poder. Esa visión defiende que las transformaciones deben hacerse desde el poder y que la forma de hacerlo es a través de alianzas con sectores políticos, incluso aquellos involucrados con prácticas criminales o clientelistas. Argumentan que sin este tipo de negociaciones es inviable ganar una elección. Puede que sea cierto.

El problema, desde mi perspectiva, es que el margen para hacer transformaciones es menor bajo esta lógica. Si se llega a través de este tipo de alianzas, será inviable lograr transformaciones profundas, cambios en las estructuras de poder y los logros serán insuficientes. Es posible hacer cambios, muchos se han hecho así, pero serán insuficientes frente a las necesidades actuales. Sin embargo, esta postura no es moralmente inferior. Es cuestionable, incluso paradójica desde el progresismo, pero es una alternativa y una visión legítima de entender la política.

Por otro lado, hay quienes piensan que la forma de llegar al poder es la que condiciona los logros. Se argumenta que acercamientos con sectores políticos tradicionales, relacionados con prácticas clientelistas, debe ser rechazado, sin titubeos, para lograr un gobierno transformador.

En mi opinión, esta tampoco es una postura moralista ni ingenua. Hay sectores que creen que la discusión sobre la forma es incluso más importante que las ideas para lograr transformaciones. Es una percepción del ejercicio político para llegar al poder sin condiciones y aumentar las posibilidades de cumplir a los electores. No obstante, es posible que los logros electorales sean limitados y que la probabilidad de una victoria converja a cero. Así, en la práctica, esta visión puede ser contradictoria con la idea misma de llegar al poder.

No tengo una respuesta clara al título de esta columna. Puede no ser una buena columna por su ambigüedad y falta de posición, pero esta no es, en mi opinión, una discusión menor. No es el tema más interesante para una campaña presidencial, pero su relevancia es innegable porque muestra la tensión entre dos visiones opuestas de concebir la política y resalta la importancia de las formas en el ejercicio democrático. Por eso, sí concluyo es un error simplificar, descalificar y zanjar el debate desde moralismos y ridiculizaciones.

También concluyo que es necesario repensar algunas dinámicas sobre la forma como hacemos política. Es un hecho, casi que innecesario mencionar, que la política en Colombia es violenta. Esto se explica, en parte, por la falta de dudas y por una demanda extrema por la certeza. Recientemente, Yolanda Reyes dijo que es necesario sentirse cómodo con las preguntas y eso es lo que deberíamos hacer en la política colombiana. Hay temas, como el aquí discutido, en el cual tenemos que hacernos preguntas y valorar la falta de certeza frente a las respuestas ¿Es realmente posible no tener dudas frente a una postura en estos temas? Me cuesta creerlo.

Solo con dudas, con falta de certeza, sin ridiculizar opositores ideológicos y discutiendo entre distintos podremos construir una política menos violenta. Solo así, podremos incentivar la participación en política para fortalecer la democracia.

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