El Banco de la República ha sido uno de los pilares de la economía colombiana y le debemos gran parte de la estabilidad de la política económica de las últimas décadas, que se ha reflejado en un crecimiento constante moderado. Además de la independencia del Banco, han sido claves sus gerentes generales y codirectores, quienes a través de su experiencia y conocimiento han tomado decisiones favorables para nuestra economía. Adicionalmente, el equipo técnico y de investigación ha contribuido, con su excelencia académica y profesional, a que la Junta tome decisiones apropiadas para el manejo de la política monetaria y cambiaria del país. Tal ha sido la destacable gestión del Banco que ningún presidente ha osado sacrificar esta estabilidad.
La nominación de los nuevos codirectores generó un gran revuelo en varios sectores. En esta ocasión, la discusión no se centró en las diferencias que puede haber entre algunos de los candidatos frente a la ortodoxia o heterodoxia del Emisor; por el contrario, se enfocó en las características necesarias para ocupar esta responsabilidad. En mi opinión, la discusión no debería estar en las capacidades de los nuevos codirectores, si no en las necesidades y méritos que requieren cargos de semejante importancia para la economía del país. En esta columna expondré dos criterios que el Gobierno debería tener en cuenta.
En primer lugar, la nominación de los codirectores ha sido históricamente independiente de las necesidades políticas del Gobierno. Las personas nominadas a estos puestos se caracterizaban por su idoneidad y, por lo tanto, no necesitaban respaldos políticos para llegar a estas posiciones. No obstante, los nombramientos de la semana pasada parecen ser el resultado de la intervención de fuerzas políticas y, por lo tanto, preocupa que el actual Gobierno intente involucrar este criterio en su decisión.
En segundo lugar, el puesto en discusión requiere de una larga trayectoria en la toma de decisiones relacionada con el sector financiero, monetario y económico. Retomando lo mencionado por Juan Carlos Echeverry, las personas que ocupan este cargo deben tener décadas de experiencia en el debate económico del país. Adicionalmente, en una conversación hace unos años con un excodirector sobre la manera en la que la Junta toma decisiones, una de sus principales reflexiones es que parte de las decisiones se basan en la experiencia de los codirectores a partir de sus trayectorias profesionales. Así, el Gobierno debería pensar en personas que se han enfrentado a situaciones similares y que han tenido la responsabilidad de tomar decisiones de esa magnitud.
Para la nominación del próximo codirector o codirectora, afortunadamente existe una gran oferta de mujeres y hombres profesionales que han dedicado su vida al estudio de los temas que define el Banco y que han tenido experiencia en ellos. Por eso llama la atención que personas dedicadas al estudio de la macroeconomía colombiana con importante experiencia en los organismos que definen la política en la materia y que, según algunas fuentes, han sido incluidas por la Junta para la Gerencia del Banco en el reciente proceso de selección, no sean consideradas. También, economistas que han desarrollado toda su carrera en la institución, que incluso han mantenido un dialogo cercano con la Junta por varios años y que tienen todos los méritos para ser nominados.
Es responsabilidad del Gobierno mantener en los más altos estándares esta institución y que las decisiones sobre la conformación de la Junta estén alineadas con el interés general del país, no con los de ciertos grupos de poder. En esa responsabilidad, el Ministerio de Hacienda debe tener un rol fundamental para sobreponer la estabilidad económica del país a todas las posibles disputas.