Analistas 27/10/2022

Transformar nuestro entorno

Lucas Marín Llanes
Predoc Fellow CESED

Hoy es, sin duda, un día de alegría para nosotros, los graduandos, nuestros allegados y la Facultad. Es también un momento para agradecer por este logro a nuestras familias, a la Facultad, a las profesoras y a los profesores que tuvimos en este camino. Sin embargo, en esta celebración, no podemos abstraernos del contexto en el que vivimos, dentro del cual, de múltiples formas, hemos sido privilegiados. Diego Parra, hace un par de semestres, en la ceremonia de graduación recordaba el porcentaje de personas que en Colombia tiene un título de posgrado: 1 de cada 25 trabajadores o que están buscando trabajo alcanza este nivel educativo. Por lo tanto, si bien ha habido esfuerzos para estar en este auditorio, no debemos y no podemos perder de vista las oportunidades y “el tapete rojo”, como dice Leopoldo Fergusson, que hemos tenido por la estructura desigual de nuestra sociedad.

Uno de los objetivos del discurso es inspirar a los graduandos a transformar su entorno y eso, precisamente, es lo que voy a tratar de hacer. En mi opinión, por el solo hecho de haber llegado acá, siendo parte de ese 4% privilegiado, recae sobre nosotros la inmensa responsabilidad de contribuir a la sociedad en la que vivimos. Todos los graduandos tenemos el deber de aportar a reducir la desigualdad de oportunidades, a mejorar la redistribución en Colombia, con el propósito que cada vez más personas y, sobre todo, más diversas en términos de condiciones, características y trayectorias, ocupen las sillas de este auditorio.

Una narrativa que se ha construido es la de la contribución a la sociedad desde todos los ámbitos laborales. Si bien los aportes sociales no son exclusivos de sectores particulares, la decisión del sitio y del espacio profesional refleja una visión de vida, de sociedad, y, al final, es una decisión política que no podemos obviar. En esa narrativa se ha determinado que la generación de empleo y el pago de impuestos son contribuciones suficientes. Sin embargo, la excepcionalidad, o más bien, la disfrazada excepcionalidad, que nos permite estar en este auditorio, las herramientas adquiridas y las oportunidades deberían ampliar nuestro espíritu para ir más allá, para que decididamente nos enfoquemos en generar oportunidades en los contextos más vulnerables, y para evitar limitarnos a esa visión miope del empleo y de los impuestos.

Parte de la economía consiste en modelos de decisión teóricos, matemáticas y rigurosidad cuantitativa. Sin embargo, esos números y las conclusiones que de ellos se derivan, en la mayoría de los casos, no son abstractos. Detrás de esos números hay vidas, hay necesidades, hay expectativas, hay miedos, hay restricciones y, sobre todo, hay seres humanos. Eso es algo elemental que no podemos olvidar. La perspectiva humana, y no me refiero al slogan del nuevo gobierno, sino a un entendimiento situado, cercano, real, emocional si se quiere, de los individuos, es la que debe guiar nuestro trabajo. Para eso adquirimos conocimiento y en eso deberíamos emplear las herramientas que aquí obtuvimos.

No se puede perder de vista, es más, debe ser nuestra preocupación principal, que las decisiones a enfrentar en los espacios laborales van a tener consecuencias directas en la vida de las personas. Esto ocurre en la mayoría de sectores profesionales, pero especialmente en el diseño de política social y económica, y en general en el de política pública. En ese sentido, las condiciones, las experiencias, las preocupaciones, las voces y los anhelos de las personas no pueden ser un asunto menor a la hora de pensar en intervenciones públicas o privadas.
Por eso, mi invitación es a conocer a las personas por quienes queremos trabajar. Tenemos que aterrizar, conociendo físicamente y entendiendo las dinámicas de este país. Tenemos que aproximarnos a las prioridades de las personas, a sus vidas cotidianas, a sus narrativas y a sobre poner las trayectorias de vida a los números, que tienen grandes limitaciones para reflejar las afectaciones sufridas por las comunidades vulnerables durante décadas. ¿Cómo es posible que pensemos en recomendaciones de política de drogas si nunca hemos hablado ni conocido a un cultivador de coca? Esta ha sido una de las mayores lecciones aprendidas de María Alejandra Vélez, que está dejando un legado pedagógico estructural en la Facultad para las próximas generaciones.

¿Y la felicidad y la satisfacción personal? Evidentemente, son parte esencial de la vida, de la cotidianidad y son unas de las bases para contribuir a la construcción de una sociedad con igualdad de oportunidades. Sin embargo, en mi opinión, por el sitio que ocupamos en la sociedad- recuerden el 4%- nuestro propósito de vida y nuestra satisfacción no pueden limitarse a lo individual, incluso, tampoco a lo familiar. Por todas las oportunidades que hemos tenido, el sentido de nuestra trayectoria debería ser colectivo y orientado a transformar vidas. Nuevamente, pensando especialmente en aquellas de las personas más vulnerables.
Tenemos las herramientas y los aprendizajes, solo nos queda actuar. Esa es mi invitación para todas y todos ustedes.

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