Uno de los paradigmas en los sistemas de ciencia, tecnología e innovación es la de medir para evaluar si lo invertido tiene resultados e impactos, especialmente en países que, como Colombia, tienden a destinar pocos recursos a la investigación. En tiempos en que la deslegitimación de MinCiencias con un ministro acusado de plagio y cuestionado por su maquinaria contractual en la Costa, quien, por cierto, acaba de reducir el presupuesto para la ciencia, es imperioso preguntarnos a dónde nos lleva el sistema de incentivos para la producción científica.
El modelo que han tomado muchas universidades privadas es la de ofrecer jugosos montos por publicaciones y patentes, con reglas que limitan las coautorías y la colaboración científica. Las universidades oficiales con el decreto 1279 de 2002 también tienen su modelo de incentivo salarial por producción, que lamentablemente ha conducido a serios problemas éticos y delictivos. Enfrentamos no solo la reducción presupuestal sino la desfinanciación del sistema de educación superior que, animado por los rankings, se aboca a pagar los cargos para las publicaciones de acceso abierto en editoriales altamente cuestionadas por su modelo de negocio - denominadas depredadoras. Organizaciones como MDPI cobra unos $8 millones por documento, y sus llamados megajournals como Sustainability ponen en línea unos 800 PDFs cada quince días (con evaluación de pares de menos de un mes). Esto nos da que por 250 revistas esta entidad genera rentas por $3.2 billones mensuales. Frente a tal poder económico, ¿sería explicable su capacidad de penetrar los sistemas de indexación y resumen que son los que cuentan para el modelo de medición del MinCiencias?
En 1903 Frederick W. Taylor publicó el libro Shop Management en el que justificaba con sus experimentos que la eficiencia se alcanza con el pago por unidad producida. Se generó todo un sistema administrativo enfocado a medir y reducir tiempos. Hoy los sistemas de evaluación están llevando a la máxima taylorización, la producción científica, donde cuenta el número, no la calidad ni el valor de las contribuciones. Al menos en el sistema Taylor se capacitaban los obreros para su función, mientras que en la academia actual ese incentivo tiende a desaparecer. El apoyo a la formación continua de docentes investigadores está siendo cosa del pasado. Lo importante es conseguir doctores que ya sepan y tengan los canales para publicar en medios que valoran los rankings.
Mi llamado es para trabajar en un sistema de incentivos que desmonte el pago por producto y deje de tratar a los docentes como caza-recompensas en una cadena de montaje para la publicación de documentos. Debemos incentivar dándole recursos a los investigadores, facilitándoles las condiciones necesarias para su trabajo. Debemos crear y fortalecer estatutos docentes sólidos, donde la carrera profesional del investigador tenga instancias de reconocimiento dignas de un trabajo enfocado a crear ciencia para solucionar problemas y satisfacer necesidades, no para crear rentas. Los asensos periódicos no solo aumentan salarios. En la medida que un investigador demuestre resultados e impactos, el sistema debe darle autonomía para la gestión de recursos y acceso a ellos para organizar sus programas de investigación, extender la colaboración científica y lograr aportar a cambios y transformaciones para una mejor sociedad.