El empobrecimiento de la ciencia en el Gobierno del cambio
martes, 8 de octubre de 2024
Luis Antonio Orozco
La columna de esta semana se escribió por iniciativa y colaboración de Elkin Suárez, miembro de la Unidad de Trabajo Legislativo de Jennifer Pedraza.
Desde Richard Nelson y Sidney Winter hasta Daron Acemoglu y Mariana Mazzucato se ha demostrado que los países más avanzados lograron su desarrollo financiando decididamente entre el sector privado y los estados a la ciencia y la tecnología con visión de largo plazo.
La inversión en ciencia se caracteriza por la incertidumbre. Las investigaciones pueden fallar en lograr objetivos planeados en el corto plazo y ser riesgosas para las dinámicas del sector privado que no puede crear valor sin lograr niveles mínimos de rentabilidad para la sostenibilidad. Entonces, es fundamental un estado emprendedor, como diría Mazzucato.
El Plan Nacional de Desarrollo ‘Colombia: Potencia Mundial de la Vida’ orienta los objetivos de política con un enfoque de ‘misiones’, tal como lo plantea Mazzucato. En este plan del gobierno al MinCiencias le correspondió liderar las misiones de Bioeconomía y Territorio, Derecho Humano a la Alimentación, Transición Energética, Soberanía Sanitaria y Bienestar Social y Ciencia para la Paz.
Sin embargo, el papel aguanta todo. El amor en política se demuestra con recursos y ética. En los últimos 20 años la participación de la ciencia y la tecnología dentro del total del presupuesto no ha superado el techo de 0,3% del PIB, y el recorte de 25% al presupuesto de MinCiencias para 2025 generaría la inversión más baja en el decenio.
Lo anterior contradice la promesa de Gustavo Petro quien en campaña se comprometió a robustecer la financiación de la ciencia duplicando la inversión en investigación y desarrollo (I+D) hasta llegar a 0,5% del PIB.
En el control político a la ministra de ciencias citado por el senador Guido Echeverri, que tiene como antecedente el debate citado por la representante a la Cámara, Jennifer Pedraza, Yesenia Olaya indicó como el principal logro de su cartera que el indicador de participación de la inversión en I+D en el PIB haya alcanzado un porcentaje de 0,39%. Pero esto, primero, es producto de sumar las regalías al presupuesto asignado como determina la Ley 2056 de 2020, y segundo no refleja un recurso efectivamente ejecutado. En 2023 apenas se ejecutó 66% del presupuesto asignado y en lo corrido del año solo se ha llegado a 59%. O sea, tras de que la plata es poca, tampoco se invierte.
La ministra ha justificado los recortes a su cartera - algo que difícilmente haría cualquier ministro comprometido éticamente con su sector - con el argumento de que para eso tienen los recursos de las regalías. Estos recursos tampoco se han ejecutado: según el Portal de Transparencia Económica del Ministerio de Hacienda de los $2,9 billones del fondo de regalías para la ciencia apenas se ha ejecutado 14% y estamos a menos de cuatro meses de que se termine el plazo para asignar estos recursos.
Para 2021 Colombia es el país de la Ocde que menos invierte en I+D llegando apenas a 0,29% mientras que los países de esta organización invierten en promedio 2,95% del PIB. El país está aumentando significativamente la deuda con la investigación de calidad y envergadura, y con la comunidad científica en este gobierno.
La ciencia no es un gasto residual, es una inversión que genera progreso y desarrollo para la humanidad. En Colombia, se le siguen dando las sobras del presupuesto a la ciencia y lo que es más paradójico, se financia con recursos finitos -como las regalías- un recurso infinito como lo es el conocimiento.
Gracias a las apuestas de este gobierno, que quiere cerrar la explotación de petróleo y carbón mientras acaba con Ecopetrol, a la vez que empobrece a la sociedad no solo con su desprecio por la inversión en ciencia sino porque crea la condiciones para que salgan del país los ricos y las grandes empresas -como General Motors recientemente - entrampando a la clase media en aumentos de impuestos-, está creando las condiciones que necesita para dominar el país con sus migajas, dejándolo al desnudo frente a retos como el cambio climático, la transición energética, la bioeconomía y la soberanía alimentaria que si de algo requieren es de inversión seria en ciencia y tecnología.