Analistas

El gobierno woke

Luis Antonio Orozco

El filósofo francés Jean-François Braunstein brinda una comprensión de los motivos del éxito de una forma de religión que se constituye bajo la premisa de que se ha despertado de un letargo de los abusos del hombre blanco heterosexual y sus instituciones capitalistas. Woke, despertar, estar alerta, es la consigna de quienes se victimizan como marginados y excluidos.

Asumen que el sistema capitalista se ha encargado de abusar de las personas negras, las mujeres, los homosexuales, los transgéneros y la naturaleza. Tienen como política reforzar las identidades de cualquier comunidad oprimida basados en el clasismo. Los profesionales militantes buscan formación en posgrados de género, de raza, de cultura y estudios poscoloniales.

Finalmente, escandalizan la discriminación fundamentada en el género -no en el sexo-. El centro base del movimiento woke está en que la cultura es más fuerte que la biología y no existe una dicotomía de hombre y mujer sino ilimitadas posibilidades de ser lo que se desee. Hay una exigencia por un lenguaje inclusivo que lleva incluso a cambiar conceptos, como el de persona embarazada ya que hablar de mujer embarazada puede ofender a otros géneros.

Hay una exigencia por un lenguaje inclusivo

El transgenerismo se idolatra porque permite cambiar de género a voluntad y lograr la liberación suprema del cuerpo, incluyendo una vida en el metaverso. Es una expresión clara de la sociedad líquida descrita por Zigmund Bauman caracterizada por la impermanencia. Los woke tienen una visión del futuro fatalista y su ecoansiedad los hace considerarse en mesías del cambio climático.

El woke es una persona imposible de convencer. Como dice Braunstein “Transmítele tu desacuerdo y te dará la espalda. Muéstrale los hechos y las cifras y te interrogará sobre su origen. Haz un llamamiento al sentido común y no verá en qué le concierne”. Sufre de un pensamiento desordenado que lo priva de razonar y reconocer verdades evidentes y rechaza la ciencia por considerarla una forma de conocimiento hegemónico. Los woke generan una falsa meritocracia.

El solo hecho de ser de color y con un reconocimiento de género, de condición social particular o de nivel de ingresos bajos ya lo habilita para un cargo. Los woke están convencidos del valor de su activismo y a través de partidos políticos de corte progresista o de izquierda ejecutan su lucha contra la discriminación para aumentar sus clientelas de poder.

Argumenta Braunstein que el wokismo se ha convertido en religión porque tiene un centro de creencia en lo absurdo, lo inexplicable y lo que solo se conoce por la fe. Es una religión tipo secta, atomizada, en la que se pelean por los patrocinios y donaciones para sus ONG.

Es una expresión clara de la sociedad líquida

Pasamos de lo políticamente correcto, una expresión para referir un lenguaje no discriminatorio, a un activismo guiado por la creencia de tener una moral superior instrumentalizada políticamente en fuerzas populares que militan por la justicia social. Buscan reescribir la historia, dándole nuevos significados e interpretaciones a los hechos pasados, como proponer que la espada de Bolívar nunca se hurtó, sino que el pueblo la rescató gracias a la acción valerosa de la guerrilla del M19.

Creo que la presentación de las ideas centrales woke es suficiente para que el lector de esta columna realice sus propias asociaciones con el gobierno de Gustavo Petro. Y como concluye Braunstein en la página 222 de su libro “La religión woke”: “Es necesario que tomemos en serio la amenaza de la religión woke (aunque …) paradójicamente, la amenaza woke es lo que debería permitirnos redescubrir y reafirmar el valor de la civilización occidental”.

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