Analistas

Los doctores y la polinización de un nuevo ecosistema de ciencia e innovación

Luis Antonio Orozco

En plena Segunda Guerra Mundial, el Ejército de los Estados Unidos necesitaba realizar cálculos balísticos a gran escala. En la Universidad de Pensilvania, Mauchly, doctor en física, lideraba la construcción del Electronic Numerical Integrator and Computer (Eniac), que fue visto por el oficial Goldstin como una oportunidad para mejorar la velocidad y versatilidad de los cálculos científico-militares. Esta fue la génesis del primer computador electrónico de propósito general programable, una máquina de tamaño colosal que, en 1946, significó un salto tecnológico sin precedentes. Pero el ENIAC no fue el resultado de investigadores encerrados en un laboratorio que transformaron la ciencia básica en aplicada. Fue la convergencia de ideas de muchos doctores en ciencias básicas en un ecosistema lo que posibilitó la innovación deeptech como indiqué en la columna anterior.

John von Newmann, doctor en matemáticas, era profesor en Princeton -con Einstein-, investigador en el Institute for Advanced Study (IAS) y consultor de Los Álamos en el proyecto Manhattan. Para resolver el problema de la implosión de la bomba, necesitaba resolver muchas ecuaciones y cálculos. En los Laboratorios Bell encontró la calculadora de cinta perforada de Stibitz, doctor en física, y en Harvard la calculadora automática de secuencia controlada, conocida como la Mark I de Aiken, otro doctor en física. Por casualidad, conoció a Goldstin en una estación de tren y este lo puso en contacto con Mauchly, quien había aprovechado las ideas de Atanasoff, otro doctor en física. Como cuenta Isaacson en su obra Innovadores: “se desplazó continuamente entre Harvard, Princeton, Bell Lab y Aberdeen, actuando como una abeja intelectual, polinizando los distintos grupos con las ideas a las que se habían ido adhiriendo a su mente mientras saltaba de un lugar a otro”.

Este ecosistema llevó a von Neumann a proponer un computador con programa almacenado, en el que instrucciones y datos convivían en la misma memoria. En 1945 publicó un documento titulado “First Draft of a Report on the Edvac” que cristalizó la arquitectura que hoy lleva su nombre, basada en código binario y que es la base de toda la computación actual, una innovación no privativa y transformadora. De hecho, al hacer pública la arquitectura, no dejó que el desarrollo de la computación fuera un monopolio y abrió el camino a muchos emprendedores para crear sus propias máquinas, lo que posibilitó la apertura democrática a la innovación y a la creación de riqueza. Indicó alguna vez, según Isaacson, que “estoy completamente decidido a hacer lo que esté a mi mano para que este campo continúe siendo de dominio público”, y nos recuerda el periodista norteamericano que corporaciones como “Apple y Google gastaron más dinero en pleitos y pagos relacionados con patentes que en la investigación y el desarrollo de nuevos productos”.

Los doctores -Philosophiæ Doctor (PhD)- poseen la combinación de rigor metodológico, capacidad de abstracción y diseño experimental que les permite transformar problemas complejos en agendas de investigación y soluciones transferibles. Pero su valor exponencial emerge cuando siguen el ethos de la ciencia: una ciencia pública, no solo divulgando sus resultados, sino también circulando ideas. Crear un programa nacional que financie posiciones compartidas de doctores entre universidades y centros de investigación, así como con empresas, entidades públicas, hospitales, organizaciones sin fines de lucro o emprendimientos, posibilita un ecosistema de polinización de ideas para la innovación basada en el avance de la ciencia. También diseñar una carrera para que investigadores con doctorado tengan garantías de movilidad y flexibilidad contractual, facilitando deliberadamente la mezcla de saberes que, teniendo como punto de partida publicaciones de alto nivel (no un currículo lleno de artículos que sirven para mantener puestos y subir salarios), permitan desarrollar tecnologías que contribuyan a la sociedad.

En mis investigaciones sobre la industria manufacturera colombiana he encontrado que las empresas con más doctores y contratos con universidades presentan más resultados de innovación. Si destinamos fondos para proyectos puente entre universidad-empresa-Estado, liderados por doctores, con cláusulas que garanticen el uso público de artefactos y diseños de interés nacional, podríamos fomentar la lógica que permitió a von Neumann enlazar instituciones, crear espacios de encuentro de saberes y catalizar la innovación interdisciplinaria que transformó a la humanidad con la computación electrónica.

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