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Los rankings universitarios pensados desde Kant

Luis Antonio Orozco

La semana pasada salió el ranking de universidades de la firma Quacquarelli Symonds (QS). Los ganadores salen a exponer como verdad inmutable los resultados de su gestión mientras que los críticos exaltan la mercantilización de la universidad sobre sesgadas mediciones. Los rankings sirven como señales de reputación y calidad en el mercado, también como mecanismos reguladores de la administración universitaria al servicio de los indicadores. QS cobra asesorías de US$100.000 que si bien sirven para que las universidades organicen su información y aprendan a reportar como parte de una gestión transparente, también cierne dudas sobre su influencia para escalar posiciones.

Hay universidades que se retiran de los rankings. Harvard se negó a participar hace dos años en el U.S. News & World Report. No tardaron las críticas por el ocultamiento de información y luego aparecieron los escándalos. Primero, su rectora Claudine Gay tuvo que dimitir el año pasado tras ser acusada por racismo y plagio. Posteriormente vino la paradoja de la profesora Francesca Gino, experta en honestidad, acusada por fraude en sus publicaciones, y para cerrar con broche de oro, la escuela de medicina enfrenta este año correcciones y retracciones de sus publicaciones en cáncer por datos falsos e imágenes alteradas, ¡y ni hablar del reciente antisemitismo!

¿Casualidad o causalidad? ¿Qué es una universidad y qué debería ser?

El 2024 es especial para la filosofía porque marca 300 años del natalicio de Immanuel Kant, quien cambió para siempre la teoría del conocimiento y la ética. Me pareció que para acercarnos a la universidad desde los rankings podemos usar dos conceptos clave de Kant: el primero los juicios sintéticos a priori que tienen la pretensión de un conocimiento cierto y científico. Un juicio es un enunciado - la universidad quedó en primer lugar- y es sintético porque tiene un predicado que amplía lo que sabemos del sujeto universidad, en este caso, exponer plenamente las características del ranking como la reputación entre académicos y empleadores o la proporción profesores por estudiante y de citas por profesor. Y es a priori porque nos hacemos una idea de universidad a partir del ranking sin tener una experiencia concreta con ésta. Entonces, los rankings incitan un conocimiento de lo que es la universidad moldeando nuestra percepción así nunca hayamos pisado alguna. Sin embargo, la universidad siempre será incompleta desde los rankings ya que en palabras de Kant “vemos las cosas, no como son, sino como somos nosotros”. Afirmamos con Kant que no hay verdades absolutas y que el acto de conocer es un proceso en el que usamos nuestras facultades sensoriales, esto es, registramos impresiones a partir de nuestras intuiciones creando interpretaciones. Por lo tanto, ¡deberíamos experimentar la vida universitaria y atrevernos a saber!

Segundo, y más importante, es entender la universidad desde el imperativo categórico de Kant, quien lo expresa de la siguiente manera: “Obra solo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”. Más allá de los rankings, una universidad que fusiona lo lícito y lo legítimo exponiendo sus principios y valores misionales, que enseña a pensar, expande las fronteras del conocimiento y sirve a la sociedad se convierte en ejemplo para que toda universidad quiera portarse de esa forma. Esperamos que nuestras universidades sean la institución insigne que provee los valores sociales en ciencia y sabiduría para la libertad y el orden, entendiendo que para Kant “la ciencia es el conocimiento organizado (y) la sabiduría es la vida organizada”.

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