Analistas 16/04/2024

Peter Higgs y la gran ciencia que excluye MinCiencias

Luis Antonio Orozco
Ph.D Profesor Universidad Externado de Colombia

Cuando Roosevelt decidió, tras el ataque de Japón a Pearl Harbor el 7 diciembre de 1941, que el proyecto de investigación sobre fisión nuclear de la Universidad de Columbia se convirtiera en un proyecto nacional, en una misión, la inversión inicial de US$6.000 pasó a US$2.000 millones - US$22.000 millones de hoy - transformando la ciencia misma y la humanidad para siempre.

Tras el fin del proyecto Manhattan, en la década de 1960 debutó la física de altas energías con los norteamericanos Richard Feynman y Julián Schwinger y el japonés Sin-Itiro Tomonaga que, de forma independiente, desarrollaron la electrodinámica cuántica que explicaba y predecía con sorprendente precisión las interacciones entre la luz y las partículas subatómicas con carga eléctrica.

Rondaban por aquel entonces preguntas sobre las partículas elementales, sus fuerzas, y lo que ocurre a la velocidad de la luz, en particular con la evidencia de un universo en expansión y la curvatura del espacio-tiempo. En este panorama intelectual Yoichiro Nambu -Nobel de Física en 2008- advirtió en sus matemáticas unas partículas que no tendrían masa.

Esto despertó la curiosidad de Peter Higgs, un físico inglés que descubrió en sus cálculos un mecanismo por el que los fermiones -electrones y quarks- experimentarían una desaceleración en un campo de energía para adquirir masa. Con ello propuso en 1964 no solo la existencia de un campo sino de una partícula asociada al proceso. Si esto era cierto, ¡había que ir a buscar esa partícula!

Luego de ser ridiculizado por la crítica que incluyó una apuesta de US$100 del famoso físico Stephen Hawking a Gordon Kane, la partícula propuesta por Higgs se fue haciendo espacio entre las sofisticaciones matemáticas de los físicos teóricos.

En 1972 el Cern inició la búsqueda del ya denominado bosón de Higgs y para finales del siglo XX su existencia se popularizó con un libro publicado en 1993 por el Nobel de Física Leon Lederman titulado La partícula de Dios. Luego de 50 años y miles de millones de dólares en experimentos, el Cern encontró evidencia fáctica de la existencia del bosón de Higgs lo que le valió el Nobel al físico inglés en 2013.

Y todo esto ¿para qué?

Les indicaba a mis estudiantes del Externado que la inversión en ciencia básica no se debe juzgar solo por satisfacer la infinita curiosidad humana -y sus egos- o continuar la búsqueda de Dios. Existen sinnúmero de resultados indirectos de misiones en la física teórica que permiten descubrir, por ejemplo, nuevos materiales para reducir los contaminantes de los paneles solares, o técnicas electromagnéticas y haces de partículas en medicina nuclear para la lucha contra el cáncer.

Invité a mi clase de inteligencia estratégica al exministro de Ciencias Arturo Luna para discutir sobre las políticas orientadas por misión (POM) y conocer su experiencia en bioeconomía.

Concluimos que, si MinCiencias capitalizara la cooperación internacional apoyando consorcios entre universidades de élite, grandes corporaciones y agencias del Estado que, trabajando con los Ocad, jalonen organizaciones de los territorios en la asignación de los más de $2 billones de regalías, se podrían generar conocimientos y tecnologías de frontera que irrigarían las capacidades científicas y los emprendimientos en las regiones donde abunda nuestra biodiversidad.

Lamentamos el fin de las POM con la miope y soberbia administración de la ministra Yesenia Olaya, quien en vez de impulsar la gran ciencia ha buscado hacer de MinCiencias una beneficencia en lo que ella llama la ‘Colombia profunda’ que parece que empieza y termina en su natal Tumaco.

Peter Higgs nos dejó el pasado 8 de abril para unirse a su partícula de Dios. ¡Buen viaje y siempre gracias!

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