Cuando esto termine yo también quiero caminar por la calle, quiero verle la cara a mis compañeros de trabajo, quiero que mi hija vuelva al colegio y quiero hasta pasar horas varado en los trancones de Bogotá. Desde ya me saboreo el momento en que todo vuelva paulatinamente a la normalidad. Pero para que eso pase y, lo más importante, que sea sostenible sin un rebrote de la enfermedad, tenemos que empezar a planear y trazarnos unas líneas claras sobre cómo debe ser la reconstrucción de nuestra economía y el replanteamiento de nuestras actividades.
Lo primero es que nada de lo que nos propongamos hacer puede ocurrir antes de que termine esta primera etapa, incluso si eso significa una extensión breve adicional. De ahí en adelante tenemos que establecer una clara hora de ruta cuyo éxito estará fundamentado en una sola palabra: disciplina.
Es por eso que debemos pensar en una plataforma que contenga lo siguiente: millones de pruebas para determinar rápidamente quiénes están enfermos y dónde se encuentran ubicados. Segundo, un organigrama de reactivación económica por sectores que limite a que sus participantes se sumen a labores únicamente si están sanos. Tercero, un programa de gobierno que se encargue de mantener a los afectados. Algo tan simple que le asegure comida, refugio y beneficios si está enfermo y no tiene recursos por la situación. Y, cuarto, la extensión de la cuarentena obligada para los mayores de 70 años, con los beneficios y cuidados de rigor, ya que si ellos se empiezan a enfermar, inmediatamente colapsarán los sistemas de salud.
Corea del Sur demostró que un sistema así funciona y que se puede mantener a raya el coronavirus al mismo tiempo que no se cierra ni congela la economía. No podemos dejar que a los afectados por la enfermedad se le sumen los que empiecen a morir de hambre. No hay salud pública sin una economía andando.
Paul Romer, premio Nobel de Economía, publicó recientemente un estudio en el que demuestra que para el caso de EE.UU. una inversión de US$100.000 millones en pruebas puede significar trillones salvados en términos económicos. Una inversión que a su manera, y con la que coincido, vale la pena hacer.
Es cierto que, como dice el dicho, es mejor prepararse para lo peor y esperar lo mejor. Pero también es determinante construir el presente para ejecutar el futuro, y precisamente empezar a construir el retorno de nuestra economía es lo menester.
John F. Kennedy decía: “no es lo que pueda hacer tu país, es lo que puedas hacer por él” y en este caso lo que tenemos que hacer es prepararnos con el retorno de nuestras actividades económicas basados en el mayor y más simple compromiso social de todos: la honestidad y claridad. Si estamos enfermos nos quedamos en casa y recibiremos ayuda y si estamos bien, trabajamos, producimos y colaboramos para que los demás puedan salir adelante. Como dicta la propia teoría de juegos: no hay mejor estrategia que la colaboración. Es el momento de actuar. De esta salimos todos.