Bien común en democracia
La discusión en que estamos inmersos a pocos días de la segunda vuelta presidencial es, en el fondo, sobre la mejor manera que buscar el bien común. Los Obispos le pusieron el tono de responsabilidad así: “La participación en la vida política es una obligación moral. ¿En qué Colombia queremos vivir mañana?
Cada uno de nosotros idealiza su propia Colombia, que a la postre puede convertirse en “el sueño compartido de un país mejor para todos, que nos permita recuperar la confianza ciudadana en las instituciones, si logramos entregar su dirección a las personas que consideramos más dispuestas a servir al bien común”, señalaron los Obispos. El Papa Francisco en Fratelli Tutti hace una distinción de la verdadera política del populismo y una pieza clave es el bien común. “Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad. El servicio que prestan, aglutinando y conduciendo, puede ser la base para un proyecto duradero de transformación y crecimiento, que implica también la capacidad de ceder lugar a otros en pos del bien común. Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder…” (n. 159)
En la actual coyuntura y partiendo de que en Colombia el derecho al sufragio no cuenta con la obligatoriedad por la que han optado otros sistemas, la participación en la vida política se convierte en una obligación moral, en la cual, cada elector debe poner en su conciencia su decisión, para que se pueda construir realmente el bien común de la cosa pública en nuestra sociedad, partiendo del realismo, aceptando los males y problemas que tenemos en el país; pero pensado en todas las potencialidades que tenemos en clave de esperanza. Justamente con este ánimo de esperanza que debe primar en las personas, será el motor que impulse la participación activa en el proceso democrático.
En un país que ha sufrido tanto con la violencia, la expresión ciudadana por medio del voto es la manera pacífica de decidir sobre el futuro de la sociedad, gracias a que a través de este se dejan escuchar las voces. Una democracia vibrante es fundamental, para que los lazos de cohesión social se den y la sociedad pueda tener condiciones de posibilidad para continuar en su viaje histórico por los canales de la paz y la búsqueda del bienestar general.
El reto que enfrentará quien finalmente sea elegido presidente será poner en juego “el arte de la búsqueda democrática del bien común”, y ello implica dialogar con todos los sectores, buscando los comunes denominadores que puedan ser políticas de Estado en que todos estemos de acuerdo.
Si logramos generar una participación masiva, se derrota el abstencionismo, y por esta vía se promueve la recuperación progresiva de la confianza ciudadana en las instituciones, para que desde allí se busque el bien común. La confianza entre los ciudadanos, aún entre los contrarios y contrincantes, no debe ser simplemente un concepto retórico, sino que depende de cada uno de nosotros llevarlo a la práctica como ciudadanos que nos encontramos en la misma barca.
Quien sea elegido presidente tendrá que buscar un gran consenso y no solamente para lograr una mayoría operativa en el Congreso para hacer el tránsito de las leyes, sino que será fundamental unos acuerdo amplios, generales y profundos para las reformas estructurales de que el país requiere. Para ello, será muy importante la voz de los tanques de pensamiento y de la academia para informar muy bien una amplia discusión que nos lleve a unos puntos de acuerdo como sociedad.
Los fundamentos del bien común superan cualquier orilla política. Y se realiza cuando genuinamente se buscan los consensos generales.