La universidad: más que una tuerca floja
Muchos estarían de acuerdo en decir que la Universidad como la conocemos tiende a desaparecer y que estamos justo en el punto de inflexión en el que se necesita vislumbrar el futuro y empezar a transformarlo. Un estudio de la Universidad de Oxford anticipa que 47% de los empleos que conocemos va a desaparecer por efecto de procesos de automatización que ya van en curso y que, profesiones convencionales no necesitarán ser impartidas en un futuro cercano de forma presencial ¿Cómo podemos prepararnos para este futuro? ¿Qué debe hacer la universidad para no perder vigencia y seguir apoyando a la sociedad en sus propósitos?
En el corazón de la prevención hacia la obsolescencia de la universidad está la investigación y la innovación pertinentes articuladas a necesidades sociales sentidas. El trabajo conjunto entre la sociedad, las empresas, el Estado, y el medio ambiente marcan la pauta para desarrollar propuestas innovadoras con impacto positivo en la sociedad. Los modelos de tres, cuatro y cinco hélices están en boga y se requieren cada vez mayores niveles de colaboración, comprensión del entorno y de compromiso para ponerlos en marcha y producir innovación.
El Banco Mundial toma la temperatura de la competitividad global y de la innovación para todos los países con una serie de indicadores que abarcan muy diversos aspectos del fenómeno; uno de ellos justamente es el de la colaboración en investigación entre universidades y empresas. Los datos más recientes son de 2017 y muestran que Colombia tiene un índice de colaboración de 3,59, un porcentaje cercano a México y Costa Rica con 3,61. Colombia está muy lejos de países como Suiza, con 5,24, Estados Unidos con 5,71 y Canadá con 4,60. Estos países, cuyos altos niveles de vida marcan la forma de interacción entre universidad y sociedad, son referentes para aprender y construir relaciones que permitan, no solo la permanencia futura de la institución universitaria, sino el fortalecimiento de las empresas para ir hacia la innovación, un paso más allá de la protección de los costos y el aumento de la productividad como metas convencionales.
En el camino hacia la permanencia y trascendencia de la universidad son necesarias otras alianzas y diálogos con los grupos de interés ampliados; las comunidades y actores sociales relevantes y con el medio ambiente como un nuevo actor, de forma que sus necesidades sean parte de la misión universitaria y que la interacción frecuente y consciente alrededor de sus problemáticas haga útil y sostenible la universidad en el tiempo. Es fundamental esa cercanía de la empresa con la academia, es un gran reto para el país. Ejemplos como el de Connet Bogotá Región, que reúne 55 socios, entre ellos 34 empresas o gremios y 23 universidades, son iniciativas que permiten generar espacios de articulación para unir esfuerzos para transformar la realidad. Como lo dicen: “Es un programa de innovación abierta que permite a las empresas identificar propuestas de valor y articularse con potenciales solucionadores de sus retos y apuestas de innovación”.
El diálogo debe darse también con los grupos de interés internos, fortaleciendo la confianza, la flexibilidad para el cambio, la democratización del poder, el buen manejo presupuestal que haga sostenible la universidad y la armonía en los equipos.
Los expertos señalan que la universidad innovadora tendrá las mejores oportunidades para estar vigente y cumplir las demandas futuras antes de que aparezcan. Esta nueva realidad hay que comprenderla a partir de diálogos intensivos y ampliados con toda la sociedad; conversaciones que permitan que lo que emerja afecte de forma positiva a todo el ecosistema de ciencia, tecnología e innovación del que empresas, sociedad, estado, comunidades y medio ambiente hacen parte.
La universidad debe replantearse a fondo. No es un desafío de ajustes menores.