Arrecia la dictadura
“Vamos a ganar, por las buenas o por las malas”. Esas fueron las palabras de Nicolás Maduro en preparación a la contienda electoral del pasado 28 de julio en Venezuela. Con ello, coloquialmente se diría, el dictador “peló el cobre” y dejó claro que nadie, ni nada lo bajaría de su trono. De esa manera trazó el camino hacia un nuevo periodo autárquico y tiránico, al mejor estilo de los monarcas absolutistas de siglos anteriores. Sin embargo, esta vez ha tenido que enfrentar situaciones menos favorables a las que experimentó en 2018 cuando, también de manera fraudulenta, se mantuvo en el poder.
Los últimos meses, y años ya, le demostraron su equivocación a quienes consideraban la existencia de un sistema democrático en Venezuela. Las fuerzas del Estado opresor absorbieron todas las libertades individuales posibles y moldearon un “Gran Hermano” de estilo latinoamericano (caudillista), con cárceles para opositores, censura y eliminación de la libertad de expresión y prensa, persecución a cualquier persona que el Estado perfile de “fascista” que, para el Gobierno “madurista”, es simplemente todo quien no comulgue con sus panfletarios mensajes y mandamientos.
A pesar del deseo unánime de todos quienes creemos firmemente en las libertades políticas e individuales, cada día aparecen nuevos actos que lo único que hacen es consolidar la tiranía y llevar a que el flujo de ciudadanos del vecino país hacia el exterior se siga incrementando. Dicho movimiento migratorio luce directamente proporcional al número de personas privadas de la libertad por no aceptar al corrupto Gobierno. De hecho, el dictador ha anunciado la construcción de una nueva cárcel a la que enviará, según lo expresó, a más “fascistas” y terroristas que se mantengan desestabilizando el armonioso gobierno que lidera.
La semana anterior, otra de las denominadas instituciones “maduristas”, el TSJ o Tribunal Supremo de Justicia, anunció que luego de un riguroso peritaje, en definitiva, les resultaba posible certificar “de forma inobjetable el material electoral peritado” y convalidar los resultados de la elección presidencial (…) emitidos por el Consejo Nacional Electoral. Así, quien ganó las elecciones presidenciales en Venezuela fue (y es) “el ciudadano Nicolás Maduro Moros”. Sin ninguna vergüenza, ni titubear siquiera, la magistrada Caryslia Rodríguez (reconocida por su afiliación al “madurismo”) expuso sus explicaciones ratificando, sin actas, al supuesto vencedor de la jornada.
La reacción nacional e internacional fue inmediata y prolongó el descrédito de las débiles instituciones del país. Por años se ha sabido que no existe independencia de poderes en Venezuela. Y se preparan nuevas manifestaciones populares como respuesta a los últimos hechos y pronunciamientos. Hoy, aunque el dictador y su séquito arrecian de manera agresiva contra su propia población, las circunstancias lucen menos favorables que en años anteriores.
Ahora que el Gobierno colombiano empieza a hacerse del lado de quienes exigen respeto por los derechos humanos, entre otros que se han mostrado tímidos ante a la situación, es factible que el logro de una mayor convergencia regional latinoamericana de rechazo a la dictadura sí pueda presionar y lograr sincronía con los actores internos hasta forzar la caída del dictador. Se vislumbra la posibilidad y es oportuno no desestimarla antes de que apresen a Edmundo González. Ya está anunciado.