Debilidad británica
Luego de seis semanas de inestabilidad e incertidumbre política en el Reino Unido se presentó la renuncia de la primera ministra británica, Liz Truss. Fueron 45 días en los que pocas cosas salieron bien en la política británica, y como colofón de dicha atmósfera, se presentó el fallecimiento de la reina Isabel II, que auguraba unos momentos tensos y tristes, pero, ante todo, oscuros para el Reino Unido de la Gran Bretaña. Los acontecimientos que rodearon la salida de la primera ministra Truss han sido ya detallados por la prensa; sin embargo, un par de apuntes no estaría de más en este análisis. Lo más sonado durante los cuarenta y cinco días que Truss estuvo al frente del Parlamento Británico definitivamente fue la propuesta de bajar los impuestos a los británicos, con objeto de trasladar estos rubros al erario público, pues su idea era convertir en deuda pública lo que no se recaudara en gravámenes. Esta idea no fue bien recibida por una sociedad con cultura tributaria y que aprendió que los impuestos son la esencia del buen funcionamiento estatal. Además de ello, los anuncios que iba teniendo día tras día en torno a su propuesta, estaban generando unas reacciones indeseables por parte de la economía británica, los mercados internacionales y el mismo mercado de divisas. Esto último impactó profundamente en diversos sectores de la sociedad británica, incluyendo a la élite económica, a la mayoría parlamentaria y a muchos observadores de la política de la Europa insular. La Libra Esterlina empezó a depreciarse, en relación con las monedas fuertes y eso puede ser entendido como el cruce de una línea roja que poco se tolera en el Reino Unido. Ver a su preciada divisa perder poder frente a las monedas fuertes del mundo no es una opción.
Para entender esta realidad sólo basta con recordar y traer a colación las luchas de un sector del parlamento frente a la mayoría de los legisladores para lograr que la Libra cediera su espacio en favor del Euro, como moneda oficial para los británicos. Ni eso, ni una constitución para Europa, resultó ser algo llamativo para ellos. Mejor resultó el Brexit y abandonar la Unión. La Libra es intocable para la mayoría de los habitantes de la gran isla y verla descender es para ellos una muestra categórica de debilidad británica.
El fenómeno actual en el Reino Unido podría ser entendido como el resultado de un largo proceso que paso a paso ha venido debilitando tanto a las instituciones como al ejercicio mismo de la gobernanza británica. Es decir, es momento de resaltar que la situación vivida por Liz Truss no debe ser entendida de manera aislada, sino que hace parte de una larga serie de dificultades y situaciones que han distanciado notablemente a los británicos de la zona europea continental y de otros aliados importantes alrededor del mundo. Aunque la relación con los Estados Unidos de América se mantenga en el tiempo, incluso ésta ha ido cambiando.
En estos tiempos de convulsión política, en buena medida originados por el conflicto que Rusia prolongó y agudizó en territorio ucraniano, el Reino Unido padece las consecuencias de la crisis energética que mientras dificulta el suministro, eleva los precios de manera inusitada. Con ello ha emergido un cúmulo de inconformidades que parecieron hacerse más sensibles con la muerte de la persona que mejor exhibía la unificación británica.
Murió la Reina y pareciera que con su partida se hubiese llevado también la cohesión política y la credibilidad de los británicos en las instituciones. La culpabilidad recae sobre la ex primera ministra, pues sus acciones llevaron la situación al límite. Ahora corresponde a su sucesor(a) trabajar para restaurar la confianza en medio de un ambiente que lo único que logró fue ratificar la debilidad británica de los últimos tiempos y que, para muchos, está solventada en la falta de solidaridad y el marcado egoísmo frente a la Europa continental.