El sector privado y la Alianza del Pacífico
En una semana movida por eventos internacionales de relativa trascendencia (incluso con helicópteros sobrevolando tribunales de justicia y arrojando supuestos ataques terroristas), el tema de la XII Cumbre de la Alianza del Pacífico (AP) resulta inevitable. Lo anterior a causa de variadas circunstancias. No obstante, la más notoria, quizá, el hecho de seguir refiriéndose a un proceso de integración cada vez más consolidado y que ahora incluirá el estatus de Estados Asociados para algunos de sus observadores.
Se cumplen seis años desde que Perú, Colombia, Chile y México determinaron darle un rumbo diferente a la iniciativa del Foro para el Arco del Pacífico Latinoamericano. Claramente, la AP es consecuencia de la lentitud y falta de eficacia de dicho Foro. Y fue por ello que, a partir de 2011, se invitó -nuevamente por parte de Perú (precursor del Foro Arco)- a Chile, México y Colombia, para que trabajaran en una iniciativa diferente, con unos principios consensuados y con objetivos viables y sensatos.
Justo después de la XII Cumbre del proceso de integración económica y comercial, las señales de optimismo frente a lo que pueda seguir acompañando el diálogo entre las cuatro naciones latinoamericanas (y sus 52 países observadores), son múltiples. Además, por más críticos que sigan queriendo desvirtuar los avances de la AP, los nexos entre estas cuatro economías despegaron y se mantendrán por un buen tiempo. En la Cumbre de Cali, Colombia se hizo presidente pro-témpore de la AP por segunda ocasión.
Así como en la paz, el deporte, las artes y las letras, el nombre del país sonará fuerte en relación con el liderazgo frente a la integración económica, el comercio y la cooperación internacionales, y la asociatividad público-privada. Todos esos son factores que como expresó el chileno Alfredo Moreno el primer día de la Cumbre, están en el ADN de la AP; son parte de su genética invariable.
Dentro de todo lo destacable está el papel que ha desempeñado el sector privado en el acompañamiento a los gobiernos. Para ello es oportuno retomar las palabras de Martín Carrizosa, presidente del capítulo Colombia en el Consejo Empresarial de la Alianza del Pacífico, cuando en uno de los paneles de la pasada cumbre, señaló que “los empresarios son la fuerza que mueve a la AP”.
Es incuestionable el hecho de encontrar al interior de la AP un profundo protagonismo del sector privado. Al analizar los avances internos (con repercusiones externas), es evidente el liderazgo empresarial. Incluso se evidencia que las impopulares (no gratuitamente) burocracias han sido superadas por el papel preponderante de los empresarios, gremios, asociaciones productivas y grupos económicos. Esto, por supuesto, produce otros cuestionamientos que no viene al caso analizar en este aparte.
Sería interesante que estas breves líneas se convirtieran en una invitación directa para que los empresarios que aún se hallan por fuera del conocimiento de las dinámicas de la AP, acudan a las páginas que contiene el Protocolo Adicional al Acuerdo Marco de la AP (muchos lo conocen como el Protocolo Comercial). Si bien se trata de un extenso documento de 287 páginas, es fácil ir directamente a la sección que corresponde al sector de interés para el empresario y precisar la manera de obtener beneficios del mismo. Estos acuerdos están hechos para sacar provecho de ellos; no se puede seguir perdiendo tiempo.