Analistas 08/07/2025

Estados Unidos importa

Luis Fernando Vargas-Alzate
Profesor titular de la Universidad Eafit

Pocas asociaciones bilaterales en América Latina poseen una densidad estructural tan marcada como la que han sostenido Estados Unidos (USA) y Colombia durante las últimas décadas. Más allá de la afinidad ideológica ocasional entre gobiernos, esta relación ha sido moldeada por factores que trascienden los ciclos electorales y se inscriben en intereses estratégicos, económicos y geopolíticos de ambos países.

Un factor estructural de la relación ha sido la articulación entre seguridad y cooperación antinarcóticos. Desde el Plan Colombia a comienzos del siglo XXI, hasta los actuales mecanismos de asistencia técnica y militar, la lucha contra el narcotráfico ha sido la piedra angular del vínculo bilateral en los últimos treinta años. Pero no se trata simplemente de un programa de cooperación. Lo que se ha consolidado es un modelo internacional securitizado. En este marco, Colombia no solo es receptora de asistencia militar, sino también exportadora de doctrina, entrenamiento y experiencias en control territorial.

En el plano económico, la firma del TLC formalizó una interdependencia asimétrica. USA se consolidó como el principal destino de exportaciones colombianas y como fuente mayoritaria de inversión extranjera directa. Si bien el comercio bilateral ha generado beneficios para sectores exportadores colombianos, también ha profundizado estructuras de dependencia basadas en bienes primarios y manufacturas de poco valor agregado.

La dimensión asimétrica de esta relación no puede ser subestimada. Colombia ha sido, por décadas, un aliado funcional para los intereses de USA, en un contexto regional donde otros actores han mostrado posturas más autónomas. A cambio, el respaldo de Washington ha sido percibido por las élites colombianas como un ancla de legitimidad internacional, un salvavidas económico y un amortiguador frente a crisis internas. Esta lógica de “alineamiento estructural” ha restringido, en ocasiones, la autonomía estratégica del Estado colombiano y limitado su capacidad como un mediador regional autónomo o como impulsor de agendas propias en espacios multilaterales.

Un aspecto menos visibilizado, pero igualmente estructural, es la creciente relevancia de la migración colombiana hacia el país del norte. Con cientos de miles de ciudadanos residentes, las redes transnacionales han alimentado dinámicas de remesas, intercambios culturales y presiones políticas. Además, los vínculos académicos, científicos y tecnológicos entre instituciones de ambas naciones han favorecido una transferencia de conocimiento que fortalece, de manera más sutil pero no menos relevante, la cohesión del vínculo bilateral.

Ante las crisis, la interdependencia que tienen ambos actores de la política americana se evidencia con más fuerza. No es que Colombia para USA resulte irrelevante. Es ficha clave para la geoestrategia regional. Tampoco es que Colombia pueda decidir hacerse a un lado de Washington. Simplemente necesita ese vinculo para avanzar hacia un mejor estándar de desarrollo.

En suma, la relación entre Colombia y USA no debe entenderse como el resultado de simpatías o antipatías entre mandatarios ni como un vínculo estrictamente coyuntural. Se trata de una relación estructuralmente configurada, atravesada por la geopolítica, la seguridad, la economía política y las redes transnacionales. Es, en última instancia, una arquitectura de intereses mutuos, aunque profundamente asimétricos, que sigue modelando el lugar de Colombia en el orden hemisférico. Estados Unidos importa.

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Estados Unidos - relaciones internacionales