¿Gobierno del cambio?
En materia diplomática, Colombia sigue siendo igual de precaria, o incluso peor, que cuando gobernaron los presidentes Uribe Vélez, Santos Calderón o Duque Márquez. No es cierto que se esté presentando un cambio al respecto.
Aunque algunos de los nombramientos del presidente han causado reacciones positivas, la realidad es que el festín burocrático y el pago de favores políticos y electorales sigue siendo la tendencia en el autodenominado Gobierno del cambio. Incluso, Gustavo Petro ha ido un poco más allá, nombrando en Embajadas neurálgicas a personajes que ni siquiera entienden lo que significa el cargo que les fue asignado.
Razón tenían, otra vez, quienes incrédulos señalaron que esa reiterada promesa electoral de la profesionalización de la Cancillería iría a convertirse nuevamente en típica mentira de campaña. El actual Gobierno, que tanto cuestionó la manera como los anteriores mandatarios manejaron el aparato diplomático, hace exactamente lo mismo. Dicha promesa se convirtió en un descarado engaño al elector, con el agravante que, en varios círculos al interior del citado ministerio, existe un malestar casi inédito con los perfiles de las personas que están siendo nombradas por encima de profesionales de carrera que han invertido toda su vida en madurar un perfil idóneo para este tipo de cargos.
Bastante ilusos fueron quienes pensaron que esa promesa de tener 50% de las embajadas y consulados del país destinado al personal profesional de carrera del Servicio Exterior nacional era real. Sin embargo, se esperaba que al menos los nombramientos discrecionales del presidente de la república fueran reservados a profesionales capaces, decorosos, estratégicos y con alguna formación y conocimiento internacional, por lo menos sobre el país al cual arribarían. Sentido común, dirán algunos. Decencia, dirían otros. Pero antes que cualquier reflexión, el aparato diplomático tiene que ser estratégico y de alto nivel. Sobre todo, si se quiere proponer una estrategia de política exterior de altura.
En tal dirección, empieza a preocupar que no sólo el Servicio Exterior entre en crisis, sino también la política exterior del país y sus relaciones internacionales en general. Ya la imprudencia del presidente Petro pasó factura con varios socios regionales.
En la última semana hizo mucho ruido el asunto bilateral con el gobierno peruano. A pesar de ser un acto político y mediático, sin efectos directos en las relaciones bilaterales entre ambos gobiernos (al menos, por ahora), el hecho de que al presidente de la República lo declaren persona no grata en un país vecino, es síntoma de que las relaciones internacionales a nivel regional andan por mal camino. En la actualidad el Ejecutivo peruano adelanta gestiones para evitar que el presidente de Colombia ingrese a ese país. Hoy, infortunadamente, es una persona indeseable allí.
Con todo esto, estamos ante un cóctel ideal para arruinar los relativos buenos resultados asociados a la internacionalización del Estado colombiano en las últimas administraciones. Gustavo Petro está obviando la carrera diplomática, dando prelación a nombramientos clientelares e ilegales, incluso. Se sabe de, al menos, 22 demandas presentadas por la Unión de Funcionarios de Carrera Diplomática y Consular, en defensa de los procedimientos de ley para el nombramiento de los funcionarios en el sector. Algunas de esas demandas resultan tan obvias que seguramente prosperarán.
En el peor de los casos se puede aceptar que un presidente de la república no sepa de diplomacia ni relaciones internacionales. Pero, por lo menos, para tomar decisiones al respecto, sí debería asesorarse con alguien ilustrado en ello. Es lamentable lo que viene sucediendo, y como consecuencia, vendrá el gradual descrédito de Colombia en el escenario internacional.