Analistas 04/08/2020

Médicos internacionales y politiquería

Luis Fernando Vargas-Alzate
Profesor titular de la Universidad Eafit

Se desató una grotesca polémica con las cartas enviadas por el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, a diferentes gobiernos del mundo, con objeto de avanzar en la exploración de posibilidades de un ejercicio de cooperación internacional que le permita a la ciudad (y al país) prepararse para enfrentar el mes que, a todas luces, será el más complejo y trágico en relación con el impacto de la neumonía covid-19. En gran medida, se trató de una discusión fundada en lo inocuo de la politiquería, antes que en el análisis de factores técnicos como la viabilidad, necesidad y especificidades de nuestro sistema de salud.

Los documentos emitidos por la Alcaldía y conocidos por la opinión pública, hicieron referencia a la posibilidad de cooperación tanto de personal médico como de asistencia técnica frente al tema de las vacunas. Así, tal comunicación no se envió solo al gobierno de Cuba sino a otras administraciones del mundo. Pero se convirtió en un debate tan frágil y baldío que, incluso, diversos funcionarios del gobierno nacional, regional y local empezaron a referirse dizque al “comunismo cubano”. Cosa que ni existe.

En fin, el debate se politizó, perjudicando la esencia del mismo, que debió ser la situación social, médica y de asistencia frente al fenómeno en que nos encontramos. Acá, en LR, Ana María Sánchez publicó el resultado de la estimación sobre la capacidad que tiene el país para enfrentar una situación de “alerta roja” agudizada, en la que ya no exista personal capacitado para trabajar en las unidades de cuidados intensivos (UCI), que vienen siendo equipadas sobre la marcha. El reporte publicado señaló que, “por cada cama UCI hay 0,1 médicos especialistas en cuidados intensivos y críticos, (…)”; mientras que las cifras del Ministerio de Salud precisan que “hay 6.875 médicos especialistas, entre intensivistas, internistas, anestesiólogos y cirujanos generales que atienden la emergencia” actualmente en el país.

Con esas cifras, bien vale preguntarse si se justifica entrar en debates insípidos, mientras se pierde tiempo esencial para analizar la posibilidad de que nuestro personal médico sea complementado con especialistas de otras latitudes. Quizá hacer referencia a “la nueva esclavitud” (como lo señaló también en LR un columnista), podría servir al análisis si no se acudiera al odio frente al socialismo como herramienta para ello. Mejor apareció la reflexión de Samuel Farber para Nueva Sociedad, en la que reconoce el valor del personal médico cubano, a la vez que cuestiona los procedimientos del gobierno insular en relación con dicho tema.

Cierto es que en relación con los médicos cubanos existen prevenciones fundadas en versiones provenientes de publicaciones y funcionarios internacionales que precisan atropellos a estos profesionales. Sin embargo, se ha constatado por la prensa internacional seria que la participación de los mismos ha sido esencial en regiones en las que no hubo la suficiente capacidad para enfrentar el problema. Todavía se evidencia que su apoyo es vital en muchos países. Una nota publicada por The Guardian en mayo pasado destaca su labor.

Aquello de entender a Cuba como el outlier (caso raro) de la Guerra Fría ya no sirve ni siquiera para conversaciones de cafetería. Hay que sincerarse con la situación internacional y, acudiendo a los canales oficiales, pensar en todas las opciones posibles para enfrentar el problema.

Finalmente se va a demostrar que Quintero tenía la razón. Hoy Antioquia está ya en Alerta Roja, pues se aproxima el final de la disponibilidad de camas en las unidades UCI y personal médico intensivista, pero pudo más la politiquería y propaganda barata que la sensatez. Con el ritmo de contagios a nivel nacional, la indisciplina e insuficiencias sociales, y el tiempo perdido en discusiones arcaicas, se aproximan días en los que cualquier ayuda posible, venga de donde venga, será de gran impacto.

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