Recomposición del diálogo
Se aproximan nuevos tiempos y, seguramente, mejores resultados para el multilateralismo y las tradicionales relaciones de cordialidad entre Estados Unidos y la Unión Europea. Recientemente se pudo observar a través de múltiples plataformas y medios de comunicación el acercamiento (esperado desde hace semanas), entre el presidente estadounidense, Joseph Biden, y los dirigentes de la Europa comunitaria; mientras adelantaban una sesión entre los 27 líderes del conglomerado político europeo.
A partir de esa sesión, y del comunicado emitido por la Casa Blanca, empezaron a evidenciarse algunas de las dinámicas y directrices que seguirán el diálogo entre el país más importante de este lado del mundo y las naciones adscritas a la Unión Europea.
Debe anotarse que una vez se oficializó el nombre del nuevo presidente estadounidense, inmediatamente desde el Viejo Continente se empezaron a mover los hilos con el fin de lograr una cercanía pronta y próspera. Si bien en el pasado ya se había presentado un par de ocasiones en las que en medio de una cumbre de mandatarios europeos se diera la presencia de un presidente de Estados Unidos (pasó con George W. Bush y Barack Obama), en esta oportunidad las circunstancias hicieron más atractiva esa posibilidad.
Desde hace varias semanas, el presidente del Consejo de Europa había extendido el mensaje a Biden para que su primera visita oficial al exterior fuese a Bruselas. Claramente la pandemia generada por la covid-19 lo iría a impedir, pero no impidió que el mandatario americano aceptara conectarse en la sesión de la semana pasada y transmitirles a los líderes del Consejo su deseo de acompañar los procesos políticos continentales y que procurará madurar un trabajo conjunto frente a lo que representan los chinos y los rusos para el actual esquema de gobernanza global.
Luego de la videoconferencia, además de aflorar la nostalgia sobre esos procesos que permitieron a europeos y americanos trabajar de la mano para lograr lo que hoy existe en materia multilateral trasatlántica, resurgieron también los compromisos entre ambos lados; recordándose una vez más que la existencia de Donald Trump en el ejercicio político de las relaciones internacionales contemporáneas no fue más que un negativo e inesperado accidente.
Como se puede recordar, durante la anterior administración el diálogo bilateral se vio afectado por los momentos de tensión y dificultad generados por las diversas medidas unilaterales y profundamente proteccionistas de la administración Trump. Pero además de ello, al líder republicano se le ocurrió que una buena manera de adelantar labores diplomáticas era “despotricando” de sus contrapartes al otro lado del Atlántico. Así, era apenas obvio que las relaciones entre estos actores se vieran afectadas y disminuidas al punto de importar poco en Bruselas sobre lo que sucediera en América, y casi nada en Washington, de lo que pasara en Europa.
Afortunadamente nuevos tiempos han llegado para la política internacional, pero fundamentalmente para la bilateralidad entre europeos y estadounidenses. Esto porque, aunque no hubo tiempo de profundizar ningún tema, ni apuntarle a compromisos específicos (el tiempo fue extremadamente corto; tanto que solo algunos de los líderes europeos alcanzaron a intervenir), se hizo realidad la necesidad de retornar a los importantes nexos del pasado.
Ya se había dado un paso importante con la visita física de Antony Blinken, el secretario de Estado estadounidense, en días previos, a una cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) en Bruselas. Ahora el turno fue para que en la interacción entre los dos continentes apareciera la figura de Biden. Seguramente esto ha de tener inquietos a los más importantes actores asiáticos que, junto con Rusia, disfrutaron por varios años del torpe ejercicio internacional estadounidense. Ahora el ámbito geopolítico se reordena.