Analistas 16/07/2025

Ambientalismo sandía

Es usual encontrar páginas web dirigidas por activistas de todas las edades donde definen su gesta como una “defensa de los derechos humanos, de los derechos de los niños y las niñas, […] y especialmente del derecho que tenemos todos los seres humanos a habitar en un planeta sano, limpio, digno y en paz”.

Excelentes propósitos, pero no es del todo claro que el mundo necesite más ‘Gretas’ Thunberg. Recientemente, sin embargo, al igual que ella, algunos han decidido acoger la causa palestina, mezclando retórica antisemita con diatribas contra los hidrocarburos. Uno de ellos, por ejemplo, publicó un reciente video donde afirmaba, en línea muy petrista, que la “industria fósil” es responsable del “genocidio” en Gaza y argumentaba que se trata de un “conflicto por el control energético” donde empresas como “BP, Chevron y Glencore” impulsan “los tanques, los bombardeos y los ataques aéreos sobre la población civil gazatí”, financiando “la ocupación israelí ilegal”.

Los activistas podrán opinar lo que quiera sobre la ofensiva de Netanyahu en Gaza dentro de los límites de la ley penal. O sea que deberían tener cuidado en insinuar crímenes cometidos por empresas que operan en Colombia y cuyas acciones cotizan aquí.

De todas formas, es curioso cómo el activismo ambiental se ha entremezclado con el conflicto palestino. Las dos cosas no guardan ninguna causalidad. Es como decir que el cáncer lo causa la lectura de novelas o que los accidentes viales son más frecuentes cuando la gente se viste de azul. El esfuerzo que hacen los activistas para pegar una cosa con la otra le recuerda a uno el esfuerzo de las hermanastras de la Cenicienta para calzarse la zapatilla de cristal en sus pies deformes.

Lo cierto es que muchos de los que defienden este tipo de retórica son en realidad ambientalistas sandía: verdes por fuera y rojos por dentro. La supuesta preocupación por la naturaleza es solo una fachada para atacar subrepticiamente el sistema capitalista que tanto les disgusta. Por ejemplo, promover el decrecimiento o los impuestos expropiatorios solo es posible si se disfraza con una buena dosis de carreta ambiental.

La situación Palestina, por otra parte, les llama la atención porque sirve como pera de boxeo para golpear a las instituciones políticas occidentales. Lo que hace Israel en Gaza es repudiable pero que a nadie se le olvide que Hamás mató sin provocación a 1.195 personas. Los judíos ya tuvieron su Holocausto y no van a repetirlo. Si de derechos humanos y paz se trata, mucho se habla -y con razón- de los bombardeos a los hospitales gazatíes, pero poco se dice sobre la situación de las mujeres en Afganistán, sobre las torturas en Siria o el inaceptable programa nuclear de Irán.

En materia de activismo hay que proceder con cuidado. Las cosas no suelen ser como parecen. El desprestigiado marxismo ahora se cubre con kufiya y lleva una flor en la mano. Detrás de causas que parecen necesarias y atractivas, como la conservación ambiental o la defensa de los derechos humanos, lo que hay muchas veces son intereses mezquinos enmascarados de las mejores intenciones.

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