Parece que no hay reunión social de empresarios donde la discusión sobre la creciente polarización política del país no acabe con una escalofriante profecía: “si seguimos así, va a llegar un Petro”.
Nótese que los interlocutores usan el artículo indefinido “un” para referirse a la posibilidad de que en el futuro llegue a la presidencia de Colombia un líder populista de izquierda al estilo de Chávez, Lula o Evo. No necesariamente se estén refiriendo a “el Petro”, o sea a Gustavo Petro Urrego, ex candidato presidencial y hoy senador de la República.
La utilización del artículo indefinido “un”, que como lo define el diccionario “presenta o introduce sustantivos que designan personas o cosas desconocidas o no mencionadas anteriormente” debe, sin duda, mortificar a “el Petro”. Este, Gustavo Petro Urrego, se regocija de ser el coco del establecimiento. Saber que el privilegio de ser el robacunas de los ricos no le pertenece exclusivamente y que, por allí, en alguna parte, hay “un Petro”, que no es él, pero que puede ser peor, no lo debe tener muy contento.
En efecto, “un Petro” puede ser mucho peor que “el Petro”. Los perones que vinieron después de Juan Domingo Perón fueron mucho peores, empezando por su esposa, Evita, y sus nietos bastardos, Néstor y Cristina Kirchner, para no hablar de la otra esposa del general, Isabelita, la exbailarina de cabaret que condujo al país a una brutal dictadura militar. Los “hijos de Chávez” resultaron más incompetentes y criminales que su padre putativo -algo difícil-, mientras que la familia del PT de Lula resultó ser exactamente eso: una familia en el sentido de familia que tienen las novelas de Mario Puzo.
La llegada de “un Petro” en 2022 depende, por supuesto, del éxito de este gobierno. Hasta ahora las cosas no le han salido bien, a pesar del esfuerzo y esencial decencia del presidente. Los choques con el Congreso, la situación de Venezuela y las discusiones sobre la JEP han desviado la atención de problemas estructurales que le pasarán factura en los próximos meses. Las relaciones con los Estados Unidos y el desbalance de la economía se vienen a la mente.
Insistir en hacer un gobierno de partido, como se ha hecho hasta ahora, sin tener un partido mayoritario en el parlamento desafía la lógica política. Pronto se cumplirá el primer año de mandato. Es claro que muchos de los ministros no han dado la talla. Esta es una buena oportunidad para aprovechando la coyuntura recomponer el gabinete con personas más representativas y experimentadas políticamente. Así hubieran sido rivales o contradictores en el pasado.
El loable esfuerzo del presidente de gobernar sin la mal llamada “mermelada” no implica descartar la posibilidad de un acuerdo nacional para generar consensos e implementar las reformas que el país requiere con urgencia. Solo con mejoras decisivas en la calidad de vida de los colombianos podremos evitar, no solo que “el Petro” o “un Petro” llegue al poder, sino que algún día “algún Petro” alguna vez, lo haga.