Analistas 20/11/2019

El elogio de la tibieza

Ni chicha ni limoná, esa ha sido la historia política y económica de Colombia durante los últimos 50 años. Y eso es bueno, muy bueno. A diferencia de otros países de la región, donde bailan merengue dando vueltas de derecha a izquierda, pero siempre en el mismo lugar, Colombia, en cambio, va por el camino del medio.

Nada muy emocionante. Ni caliente ni frío: simplemente tibio. Nuestra economía nunca crece al ritmo de Brasil, México, Perú o Panamá: en Colombia una tasa de crecimiento de mas de 7% del PIB es inédita. Lo nuestro está entre 3% y 4%, y vivimos un boom cuando logramos 5%. Esto mortifica a los economistas que escriben en los periódicos y les sirve a los políticos de la oposición para despotricar del gobierno de turno, ofreciendo la receta mágica para superar -lo que nos explican siempre- es una mediocridad inaceptable.

Pero, cuando las cosas se ponen tesas y los vecinos están retorciéndose del dolor, sus monedas están fuera de control y la economía se encoge como un traje de paño mojado dejado al sol, aquí las cosas no se ven tal mal. Lo decía Álvaro Gómez: el problema no es la pobreza sino la empobrecida. Pasar de 8% de crecimiento a 1% negativo en un año es suficiente para volver a mi tía Yolanda, que la Dios la guarde, en una revolucionaria en potencia.

Aquí, por lo menos, la caída es de 5% a 2% y el impacto sobre la moneda hace que los que pueden, dejen de tomar whisky de 18 se pasen a 12 y que les toque vacacionar en Cancún y no en Europa. Es un mal chiste, por supuesto, pero no muy alejado de la realidad: por fortuna solo 19% de la canasta familiar en Colombia esta atada al dólar.

Quizás por la violencia, que fue, paradójicamente, un factor de estabilidad al incentivar políticas públicas moderadas, o por las razones que sean, Colombia durante el último medio siglo decidió tomar el camino del medio. Por ejemplo, la política de sustitución de importaciones de los 60 aquí se aplicó a medias y el Estado nunca fue un gran empresario (como lo fue en Argentina, México o Brasil). Esto nos convirtió en el niño problema de la Cepal durante décadas. Cuando sobrevino el neoliberalismo en los 90, los vecinos se tragaron el anzuelo con flotador y todo; tanto así que México se quedó sin banca nacional, Chile sin pensiones ni educación pública y Argentina sin empresa de hidrocarburos. En Colombia, en cambio, acabamos con banca, pensiones, educación y empresa petrolera medio públicas y medio privadas; lo cual hizo que el Banco Mundial nos mirara rayado por años.

Tomar la línea del medio ha hecho de Colombia un caso de éxito en la región. Puede que no tengamos triunfos despampanantes, pero tampoco tenemos fracasos abrumadores. Ni mucho que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre siempre ha sido un buen consejo para los gobernantes. No lo olvidemos.

NOTA AL PIE: Por lo que acabo de decir, y por lo que dije la semana pasada, NO marcho el 21 de noviembre. Lo mío es la democracia representativa y no el Estado de opinión.

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Canasta familiar - Colombia - Crecimiento económico - Latinoamérica