Analistas 02/07/2025

El golpe que fue (y no será)

Petro debería haber sabido que no podía confiar en Álvaro Leyva. Nadie que se precie de cierta seriedad puede confiar en Leyva. El octogenario ha sido un conspirador toda la vida. Un personaje serpentino que se desliza por los arrabales del poder. Esa es su experticia, afinada por décadas. Como vocero de narcos, paras, bacrims, guerrillas, contratistas dudosos y cuanto criminal se le aparezca. Los atrae como el estiércol atrae a las moscas.

El que caiga en su órbita lo hace advertido. Creen, como lo han hecho muchos poderosos, que lo pueden manipular. Que lo pueden utilizar como instrumento de sus designios. Pero se equivocan. Es la cola la que acaba batiendo al perro. Los manipulados acaban siendo ellos, los que pretendían instrumentalizarlo.

Porque los intereses de Leyva son solo los de Leyva. Así actúe como delegado del M-19 en la Asamblea Constituyente del 91, o como intermediario de las Farc en las negociaciones de La Habana o como promotor de una Asamblea Constituyente petrista de la mano de Montealegre. No obstante, su última iteración es la más interesante: como articulador de una intentona golpista para sacar a su antiguo jefe del poder (a ese mismísimo que hace unos meses quería perpetuar con la maniobra montealegruna).

La hazaña es difícil de explicar. ¿Ego? ¿Dinero? ¿Maldad? ¿Poder? ¿Todas las anteriores? Quizás la respuesta sea la misma que le da el alacrán al sapo cuando le pica en la mitad del río que están cruzando los dos: lo siento, es mi naturaleza.

Porque desplantes ha tenido Leyva desde antes. No parece cuestión de venganza en contra de nadie. Empezando por su clase social, que lo repudió hace años, pero que ahora le endilgan con conveniencia los petristas. A él tampoco lo criaron. Por otra parte, no parece que las desavenencias con Benedetti y Sarabia sean motivo suficiente para subvertir el orden constitucional. Y cualquier beneficio que pudiese recibir de un fantasioso gobierno de la defenestrada Francia no se le trasladaría a él, quien, en sus propias palabras, será notificado en la tumba.

Es la naturaleza de un conspirador que solo sabe conspirar. Esta vez dándole otra vuelta de tuerca a la idea de la convención nacional elena, disfrazada de acuerdo nacional y con gringos abordo. Chapó. Hay que estar senil para idearse locuras de esta naturaleza y creer que alguien será tan imbécil o ingenuo de sumarse (aunque la Vicepresidenta tendrá que darle sendas explicaciones a la Fiscalía sobre su participación en el complot).

El golpe no fue porque no podía ser. A Petro no hay que tumbarlo porque se tendrá que ir en agosto del año entrante. Habrá elecciones en 2026. Petro no será elegible (aunque lo intentará) y es difícil que se perpetúe a través de un calanchín. Quien lo reemplace seguramente desdirá de muchos de los excesos de este Gobierno. Entre esos, los que nos han llevado a discutir la subversión constitucional, ya sea inspirada desde el ejecutivo con argumentos de dudosa factura legal, o desde las mutaciones ideadas por Leyva. Como decía Alberto Lleras: Colombia ha sido tierra infértil para dictaduras. Y lo seguirá siendo.

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Álvaro Leyva Durán - Gobierno Nacional