Analistas 27/02/2019

El peligroso neosocialismo

Parecería que cada vez somos menos los que creemos que la economía de mercado global y la democracia liberal son el mejor camino para generar bienestar y progreso humano.

En los Estados Unidos, una autoproclamada socialista, Alexandria Ocasio-Cortéz, es la sensación del momento. Junto con Elizabeth Warren y el casi octogenario, Bernie Sanders, han desplazado a demócratas más centristas y su retórica anti-ricos (impuesto de renta de 70%), estatista (acabar con el aseguramiento privado en salud) y ambientalista extrema (prohibición de combustibles fósiles para 2040) ha calado en la población joven y excluida.

En el Reino Unido pasa algo igual. Jeremy Corbyn, ahora líder del partido laborista, es una reliquia sesentera que se rehúsa a cantar “Dios salve a la Reina”, pero al mismo tiempo no tiene ningún problema en alabar a los sátrapas venezolanos. “Recordemos que Chávez es alguien que fue y es inspirador y en su muerte marcharemos hacia un mundo mejor, justo, pacífico y esperanzador”, dijo en una de las varias elegías que le ha hecho al dictador.

Hay más ejemplos del surgimiento de líderes anticapitalistas en los diferentes rincones del planeta, pero estos dos son relevantes porque ocurren en los terruños de Reagan y Thatcher, donde hace 40 años empezó la renovación ideológica que tumbó el muro de Berlín y llevó a la creación del mundo globalizado que hoy conocemos.

No hay ninguna duda de que en las últimas décadas la economía global de mercado ha sacado a miles de millones de personas de la pobreza extrema y que el mundo, en consecuencia, es hoy más justo y equitativo. Esto es mucho más de lo que las utopías socialistas algún día prometieron y nunca entregaron.

Ante esta innegable realidad, el neosocialismo ataca al capitalismo argumentando que ha generado desigualdad y daños ambientales. Ambas apreciaciones son falsas. El capitalismo no hace que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres, sino que hace que todos sean menos pobres, aunque algunos tengan más que otros. Esta es la razón por la cual Burundi y Burkina Faso tienen un mejor indicador Gini, es decir, sean más iguales, que Japón y Canadá.

En cuanto al daño ambiental, es cierto que, entre más consumo, más uso de recursos. Sin embargo, una estufa eléctrica es menos contaminante que una de leña y una joven trabajando en la ciudad tiene menos posibilidades de embarazarse que una que vive en la aldea. La pobreza contribuye más al deterioro del medio ambiente que el crecimiento económico, el cual permite introducir soluciones de mercado que mitiguen los impactos.

En Colombia, los cantos de sirena del neosocialismo son cada vez más audibles y caen sobre una sociedad cansada del statu quo e inmersa en la cacofonía de las redes sociales. Debemos amarrarnos firmes al mástil para evitar caer en sus tentaciones. De lo contrario, como en la leyenda de Ulises, nos estrellaremos en contra de las piedras del arrecife y allí, en el fondo, encontraremos los huesos calcinados de lo que alguna vez fue Venezuela.

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