Ahí tienen su golpe blando pintado, como dirían en la famosa película de Sergio Cabrera. Ocurrió en Venezuela el 28 de julio pasado cuando Nicolás Maduro y su banda criminal se robaron las elecciones presidenciales de ese país.
Una de las cosas más perturbadoras del asunto, por lo menos desde el punto de vista colombiano, es la complicidad de una parte significativa del petrismo con el suceso.
Era de esperarse que las furiosas bodegas tuiteras, envueltas como están en el ethos de la primera línea, celebraran lo que desde hace meses era una evidente violación a los procedimientos democráticos. Pero ¿et tu, Ernesto y Clara? Afirmar que el sistema electoral venezolano es “uno de los más confiables del mundo” es un lapsus que no se puede excusar con la mera ingenuidad.
Porque era obvio que los sátrapas harían lo que iban a hacer. Todo lo acordado en Barbados lo ignoraron con sevicia. Proscribieron a los candidatos, manipularon el tarjetón (Maduro aparecía 13 veces), solo habilitaron a un puñado de los 7 millones de venezolanos en el exterior, no autorizaron observadores internacionales independientes, expulsaron a los amigos de la oposición, escondieron 30% de las actas y bloquearon a los testigos electorales.
Entrada la noche, después de que el sistema de CNE estuvo caído durante horas, como nota cómica nos informaron por Telesur que el oficialismo habría barrido en los resultados y publicaron unas cifras de votos que sumaban el ¡108%! Ni para anunciar el fraude guardaron las formas.
Aquí los aprendices de brujo del petrismo están tomando apuntes con miras a 2026. Ya saben que es poco lo que a comunidad internacional pueda hacer para evitar un robo de estas dimensiones. Máximo un par de comunicados estridentes de los gringos y europeos, pero no mucho más. Sin vergüenza, van a buscar inhabilitar a los contradictores e intentarán castrar a la fuerza pública. Con el cuentico del “poder constituyente” dirán que los resultados son el despertar del pueblo tras siglos de esclavitud, o algo por el estilo.
Tienen casi dos años para abonar el terreno. Mucho ojo con la reforma política que están preparando en el gobierno. Tengan la certeza de que cualquier cambio en las reglas de juego políticas o electorales será para inclinar la balanza a favor del régimen. No podemos dejarnos engatusar con el voto electrónico y con la “democratización” de las autoridades electorales. El actual registrador, Hernán Penagos, es garantía de transparencia, por eso lo quieren tumbar.
La hipocresía del petrismo es ilimitada. Profilácticamente nos vienen anunciando la ocurrencia de un golpe blando en su contra cuando las autoridades se han atrevido a investigar la “empresa criminal” (palabras de la Fiscalía) en que se han visto involucrados. Pero, así como no ven la viga en el ojo propio tampoco ven la viga en el ajeno.
Teme uno que el golpe blando que el chavismo perpetró sin mayores consecuencias hasta ahora no solo sea una afrenta a la democracia sino una oportunidad de aprendizaje para quienes están buscando con desespero la manera de perpetuarse en el poder.