El señor Alejandro Palacio, miembro del Comité Nacional del Paro, explicó en una entrevista en El Tiempo las aspiraciones de su organización: “Queremos un diálogo […] para que podamos resolver las inconformidades y los problemas […] donde participen estudiantes, profesores, ambientalistas, afros, indígenas, trabajadores, los diferentes sectores que se han sumado a este paro”. Y ratificó: “Seguiremos en las calles […] mientras no haya voluntad por parte del gobierno de escuchar las peticiones de los ciudadanos”.
El mensaje es claro: o hacen lo que nosotros queremos o vamos a continuar con el caos. El problema, en buena medida, es que no sabemos bien qué es lo que los promotores de esta movilización quieren. ¿Parar la reforma laboral y pensional? (no existen); ¿implementar el proceso de paz? (el gobierno lo esta implementando, aunque le hizo bullying a la JEP y nada que arranca el tema agrario); ¿no pescar tiburones? (que sea lo que digan los científicos); ¿prohibir el fracking? (esta prohibido); ¿aumentar el presupuesto de la educación? (es el más alto de la historia); ¿acabar con el Esmad? (¿para que la próxima vez nos quemen la ciudad? No gracias).
Los marchantes son como los bebes que lloran y lloran porque algo les duele, pero no saben donde y, cuando el papá les pregunta si les duele aquí o allá, lloran mas duro. Claramente el niño tiene algo, pero ni él ni el papá saben que es.
Esto queda demostrado con la última respuesta de Palacio en la citada entrevista, donde explica que el propósito de la movilización es hacer una “protesta para reafirmar el Estado social de derecho, donde los privilegios sean para toda la ciudadanía, derecho a la vida, derecho a la salud, a la educación, el derecho al transporte digno, a la movilidad, al agua potable, el derecho a tener un mejor mañana y a soñar con un mejor país”.
Si de clichés se trata, yo estoy seguro que este gobierno -al igual que todos los gobiernos de los últimos doscientos años- también quiere “un mejor mañana” y sueña “con un mejor país”. El reto verdadero es cómo lograrlo. Los líderes del paro dicen tener la formula: otorgar más derechos. Si se otorga derechos a esto o aquello, el dolor del bebé cesará. Pero eso es un engaño. Los derechos son prescripciones normativas no prescripciones de política publica. Son el qué, no el cómo. La fiebre del bebé se quita con aspirina, no asegurándole al bebé que tiene derecho a sentirse bien.
La retórica de los derechos es una heurística que ahorra el trabajo de pensar en soluciones efectivas y sostenibles a los problemas concretos de los ciudadanos. Por ejemplo, siempre es más fácil llenarse la boca hablando en abstracto del “derecho a la salud” que diseñar e implementar una política pública financiable que asegure que los ciudadanos puedan acceder a un médico cuando lo necesiten. Cuando los marchantes lleguen a la mesa sería muy bueno que dejaran de hablar carreta y se pusieran en serio a proponer soluciones. Porque el gobierno ya tiene las suyas.