Analistas 22/06/2022

Oposición con adjetivo

Gustavo Petro ha ganado la Presidencia de Colombia y el próximo 7 de agosto tomará posesión como primer mandatario. Eso es la democracia, la misma que el candidato ganador -y su Vicepresidenta- dicen que no existe. La noche de la victoria, Petro, en línea con su nueva propuesta centrista, hizo un llamado a la unidad nacional y se comprometió “a desarrollar el capitalismo en Colombia, no porque lo adoremos, sino porque tenemos, primero, que superar la premodernidad, el feudalismo y los nuevos esclavismos”.

A la gente hay que creerle, como decía famosamente Álvaro Gómez. Quizás el esfuerzo por establecer la unidad nacional sea sincero y el nuevo Presidente realmente prefiera un proceso de reforma concertado y, por lo tanto, mucho más moderado que lo que inicialmente había propuesto.

Así, por ejemplo, podríamos tener una reforma tributaria que grave a los que pagan pocos impuestos (ganaderos, acaparadores de tierras, sanandresitos, etc.) y no seguir cazando en el zoológico a las mismas empresas que no les cabe un impuesto más. O una reforma a la salud que asegure una adecuada financiación de los servicios que ofrece el sistema -el mejor del continente-, sin acabar con las EPS que son la piedra angular del aseguramiento. Tal vez, la muy anunciada lucha contra el cambio climático se podría enfocar en la deforestación, que es el aporte colombiano al problema, y no en la suicida terminación de la exploración de hidrocarburos, que le suministran al Estado los recursos para los programas sociales.

Soñar no cuesta nada. E intentarlo tampoco. Se entiende que algunos sectores de la derecha radical desde ya estén anunciado una oposición cerrera al nuevo gobierno. La doctora Cabal y cía., emulando a los trumpistas -y a los petristas en su momento- van a tomar el camino de la tierra arrasada. (Así fue la oposición canalla que le hizo Uribe a Santos, que es la génesis de la complicada situación que vivimos). Es lo que parece funcionar bien en el mundo de las redes sociales, donde los algoritmos ceban a los seguidores con la misma basura que los satisface.

Pero hacer eso es irresponsable.

Antes, cuando empezó el entierro lento de la concordia del Frente Nacional y la civilidad en la política existía, se inauguró lo que se llamó en su momento la “oposición reflexiva” al gobierno Barco. Luego vino la “oposición patriótica” que le anunció Serpa al gobierno de Pastrana. En ambos casos se trataba de oposición con adjetivo, lo cual, por definición, mantenía la puerta abierta a lograr algún tipo de acuerdo entre el gobierno y sus contradictores.

La oposición al gobierno de Petro debe ser democrática. Es decir oposición con adjetivo. Habrá que medir en los próximos meses la sinceridad del nuevo mandatorio de llegar a una concertación que lime los aspectos más radicales de su programa. Y la única forma de hacerlo es hablando. Si esto se logra-y se tiene la certeza de que no caerá en tentaciones autocráticas- sería un paso adelante en la consolidación democrática del país. Debemos, por lo menos, intentarlo.

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