Analistas 17/01/2024

Pravda

El 22 de agosto de 1991 el presidente ruso Borís Yeltsin decretó que el Partido Comunista quedaba fuera de la legalidad y que todas sus propiedades pasaban al Estado ruso. Esto incluía el diario orwellianamente llamado Pravda (“Verdad”, en español), que fuera durante décadas el órgano de propaganda de la Unión Soviética.

Sin embargo, los simpatizantes de la izquierda radical no tienen porque desfallecer. Pravda ha reaparecido con un nuevo nombre, también orwelliano. Ahora se llama “Vida” y es el órgano de propaganda oficial del gobierno de Gustavo Petro.

Tendrá un tiraje de medio millón de ejemplares en seis ediciones anuales que serán distribuidas de manera gratuita en todo territorio nacional. El costo: $653.000.000 pagados por usted estimado lector.

Considerando que la Primera Dama se gastó el año pasado más de $1.000 millones en su entourage -con peluquero, masajista y damas de compañía- la suma no parece mucho dinero. Sin embargo, sus promotores en el gobierno esperan que su impacto sea grande.

La primera edición ya salió y su lectura resulta un ejercicio fascinante de realidad alternativa. “Campesinos sin tierra han recibido 250.000 hectáreas”, “Por fin llegó el agua potable a 1,3 millones de personas”, “Con $70 billones se financiará educación gratuita y de calidad” son algunos de los titulares.

Nada se dice en el Pravda criollo sobre la muerte de 38 ciudadanos por fallas en el sistema de alternas tempranas en la carretera Medellín-Quibdó, a cargo del Invias, o sobre la pérdida de la sede de los Juegos Panamericanos por física negligencia.

No hay tampoco referencia alguna al millón de euros que costó el alquiler de una casa en Davos para consentir el ego presidencial. Ni a los 24 viajes internacionales a 18 países que ha hecho el primer mandatario, que suman 88 días, casi tres meses, por fuera de Colombia.

Los presidentes tienden a atribuir su baja popularidad a “problemas en la comunicación”. Pero esto no es más que una excusa engañosa. En el caso de Petro la patología resulta peor porque el aprendiz de caudillo sinceramente cree que los medios que el considera de “propiedad del establecimiento” conspiran en su contra.

De nada sirve negar la realidad para inventarse narrativas autocomplacientes. La baja popularidad de este gobierno se debe a su desconexión con las necesidades de los colombianos. Mientras la gente reclama seguridad y trabajo, Petro está preocupado con los bombardeos en Gaza o con las elecciones presidenciales en Guatemala.

Quizás el reconocimiento de los colombianos a la gestión gubernamental sería mejor si, en vez de pasarse trinando sobre lo divino y lo humano, el presidente estuviera cumpliendo con su deber. Solo resultados concretos en materia de políticas públicas -y no titulares o anuncios- que beneficien efectivamente a la gente servirán para que mejore la popularidad presidencial.

Sin un viraje de fondo en el gobierno la publicación de un costoso pasquín publicitario no va a cambiar lo que piensa la gente de un presidente caprichoso que hasta ahora ha resultado una decepción para sus desorientados seguidores.

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