Informalidad con género
Colombia tiene un gran reto a nivel empresarial: la transición a la formalidad de los micronegocios. Según encuestas del Dane, casi dos tercios de la población económicamente activa trabaja en la informalidad, lo que también categorizan como economía popular. Además, según la encuesta de micronegocios del Dane, se estima que existen 5,77 millones de unidades productivas en Colombia y solo 1,49 millones se encuentran registradas en el Rues.
Más que cifras, estas miles de unidades productivas son una evidencia de los múltiples rostros de la informalidad. Nos pusimos lentes de género para ver la informalidad y los retos son desafiantes. Por un lado, 54,6% (Dane 2023) de la informalidad laboral corresponde a mujeres.
Varios estudios afirman que la brecha salarial entre hombres y mujeres es aún mayor en la informalidad y el número de horas pagadas es menor para ellas, lo cual presenta una relación con el rol que ocupan en el hogar.
Esto sin hablar de los desafíos adicionales que tiene una mujer que hace parte de uno o varios grupos excluidos o estigmatizados. Un dato impactante del World Economic Forum es que al ritmo de progreso actual se necesitarán más de 60 años para cerrar la brecha de género.
Si hablamos de informalidad empresarial, según la Organización Global de Emprendimiento, las mujeres en Latinoamérica empiezan un negocio por necesidad en un porcentaje 36% mayor a los hombres versus 13% en Norteamérica. Los negocios por necesidad se caracterizan por tener una baja productividad, esto unido a las barreras de acceso al crédito, entrenamiento y apoyo empresarial que tenemos las mujeres, hace más difícil la transición hacia la formalidad.
La transición a la formalidad de las mujeres es deseable ya que permite acceder a redes de crédito, comerciales, salud, entre otras. Cuando vemos que 68,7% de las mujeres con una ocupación informal afirma que tiene ingresos bajos y 74,5% de ellas no ha elegido trabajar en la informalidad (Dane 2021), sino que ha sido un resultado de su contexto y circunstancias económicas, es claro que los desafíos son diferentes para ellas.
Los retos son enormes y requieren transformaciones culturales y estructurales, pero sabemos que son posibles, prueba de esto son empresarias como Octavia Montaño, quien nació en Guapi. Orgullosa de su cultura decidió emprender con la comercialización de Viche, una bebida autóctona del Pacífico colombiano. Hoy es una de las personas que lidera la industria del Viche de su región con su empresa Herencia Guapireña.
En sus inicios vendía ‘Arrechón’ de manera informal y hoy gracias a su empuje y al acompañamiento de programas como Prospera, que lidera la Cámara de Comercio de Cali y al trabajo de distintas entidades, tiene su propia planta de producción y es generadora de empleo en Cali y en San Antonio de Guají con la compra directa a 6 productores de Viche, mediante los cuales está apoyando a cerca de 80 familias de su pueblo. Octavia es ejemplo de cómo de la mano de otras mujeres y con el apoyo de programas que reconocen los desafíos propios de ellas, es posible cerrar la brecha de género, en ojalá menos de 60 años.