A finales del año pasado, mientras en Cartagena volvía a celebrarse el tradicional Congreso Naturgas después de 2 años de pandemia, y la industria reconocía el momento privilegiado que atraviesa el mercado nacional de gas, el precio del carbón superaba por primera vez en la historia la barrera los €70; una consecuencia de la escasez de energía en Europa, que acentuó el conflicto geopolítico con Rusia.
Si bien son múltiples variables las que inciden en este fenómeno, en el plano energético puede resumirse como: la alta dependencia europea del gas natural proveniente de Rusia -se estima que al menos un tercio proviene de esta nación-; la incapacidad de las energías renovables, como la eólica y la solar, para suplir el 100% de la demanda; el elevado precio del carbón térmico, producto del crecimiento de la demanda y los impuestos verdes; y la reactivación económica de Europa en medio de la temporada invernal.
Tal escenario, que, como si fuera poco, ha tenido un impacto directo en la disminución de la calidad del aire del continente europeo, y compromete sus objetivos de descarbonización para las próximas décadas, vale la pena contrastarlo con la realidad local con el fin de apreciar mejor la ventaja competitiva de la que gozan los colombianos, los beneficios sociales y económicos asociados a esta, y el rol del gas natural en la materialización de la tan anhelada transición energética.
En ese sentido, es de destacar el dato de la producción promedio de gas natural en el país durante 2021, que dio a conocer el Ministerio de Minas y Energía a inicios del presente mes. De acuerdo con esa cartera, Colombia reportó la mayor cifra de los últimos 5 años, al registrar una media de 1.087 millones de pies cúbicos por día (mpcd), lo que supone un aumento interanual de 4,40%; y evidencia la solidez de la producción nacional.
Así mismo, es necesario señalar el aumentó de casi 8% que tuvieron las reservas probadas de gas de Ecopetrol a lo largo de 2021, una cifra que favorece los planes pilotos que tiene la empresa enfocados al hidrógeno.
Todo esto, que de entrada podría parecer como una información meramente de industria, tiene implicaciones muy concretas en las dinámicas de vida de los colombianos. Por un lado, la confiabilidad de la oferta de gas natural evita que las fluctuaciones en los precios internacionales afecten el suministro y el bolsillo de la población, lo que se traduce en energía limpia a costos competitivos.
En esa misma línea, las reservas de la nación -con potencial de hasta 60 terapies cúbicos (TPC), equivalentes a más de 100 años de autosuficiencia-, además de eliminar la necesidad de importar, le dan a la matriz energética colombiana el insumo por excelencia para transitar de los combustibles tradicionalmente contaminantes a fuentes de generación de cero y bajas emisiones, y en consecuencia evitar sobrecostos y escasez en el proceso.
Sin duda, habrá muchas cosas que envidiarle al territorio europeo, pero, el gas natural, no es una de ellas; en Colombia hay gas, y hay gas para rato.