Analistas 22/01/2019

Marcha antiterrorismo

Marc Eichmann
Profesor MBA Universidad de los Andes

Ante el inhumano atentado perpetrado por combatientes del Ejército de Liberación Nacional contra los estudiantes de la Escuela General de Cadetes General Santander, la ciudadanía marchó este domingo, en las diferentes ciudades del país, en contra del terrorismo y en apoyo a la institución de la Policía Nacional. A pesar de lo significativa que fue la marcha para los miembros de la institución, la dimensión de la marcha, que ni siquiera logró colmar la Plaza de Bolívar en Bogotá, demostró cómo ciertos sectores sociales son reticentes a apoyar al Estado en su manifestación en contra de la violencia.

Entre aquellos que no apoyaron la marcha están los autoproclamados tibios, quienes en redes sociales tomaron una postura política con respecto a la manifestación, con el hashtag NoMarchoConElUribismo. Matador, autoproclamado humorista y, Gustavo Petro, en un descache sin igual, prefirieron no exponerse, según ellos mismos, a arengas imaginarias de Uribe, Uribe, Uribe,- que nunca existieron-, que apoyar las instituciones y a los cadetes que no exigen más dinero para ellos mismos, como los estudiantes de las marchas anteriores, sino un elemental respeto por su vida.

Dentro de los descachados que tomaron una postura política ante la manifestación también se encuentra el protegido del expresidente Gaviria, Daniel Quintero Calle, quien persiguió sagazmente dividendos políticos con las dificultades técnicas de EPM en Hidroituango. En contraposición, merecen un aplauso el senador Jorge Robledo, Claudia López, Sergio Fajardo, Angela María Robledo y Juan Fernando Cristo, políticos que, a pesar de encontrarse en el lado opuesto de la arena del uribismo, tuvieron la hidalguía de anteponer las prioridades de las instituciones a sus diferencias políticas con el gobierno. Mención especial hay que darle al expresidente Juan Manuel Santos, quien, a pesar de estar expuesto a un ambiente hostil, tuvo la grandeza de participar en la manifestación, muy a diferencia de su ex viceministro de participación e igualdad de derechos, Luis Ernesto Gómez, que en su corta carrera ya se caracteriza por su sesgo sectario y su afán de figuración política.

Sin embargo, lo que preocupa de verdad no es la ausencia de estos políticos que, habla más de ellos que de las razones que esgrimen para no participar en la marcha. Los estudiantes que salieron masivamente a las calles para exigir más plata del Estado no se solidarizaron con los estudiantes de la Escuela de Cadetes, como si para ellos estos últimos fueran de menor categoría y no merecieran su apoyo. Lo mismo puede decirse de Fecode y las centrales obreras, asociaciones cada vez más politizadas para quienes solo vale la pena apoyar a los estudiantes de las instituciones públicas en sus ínfulas monetarias, pero para quienes la muerte de cadetes no justifica una movilización.

En diferentes países del mundo, cuando se perpetran ataques terroristas, la reacción de la sociedad es unánime como en el caso del atentado del Charlie Hebdo en Francia, el de las torres gemelas en Estados Unidos o el del 11 de marzo en España. Todos los estamentos de la sociedad rechazan enérgicamente la violencia como herramienta de cambio. En Colombia, desgraciadamente, parece que muchos políticos y dirigentes sociales están más preocupados por su carrera al poder que por apoyar las instituciones.

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