Las estadísticas son inequívocas, durante los últimos 15 años, cada vez una menor proporción de colombianos sufren las inclemencias de la falta de oportunidades y de la pobreza, el país se desarrolla para bienestar de la mayoría. Los niveles de pobreza que estaban alrededor del 50% en 2002 se encuentran hoy en alrededor del 25%. Son menos personas pasando hambre, más personas con vivienda y en general mejores condiciones de vida para más de 10 millones de colombianos.
Este fenómeno no es resultado del albur, de las coincidencias o de la suerte. Se llama crecimiento económico puro y simple, más trabajo de nuestros compatriotas convirtiéndose en bienestar, y sí, más concreto, más asfalto, más explotación petrolera, más acero, más compañías haciendo dinero, más minería y, más y mejores servicios.
No se puede decir que este bienestar sea el resultado de factores cíclicos y que estamos condenados a menores mejoras en el futuro. En los últimos años, como consecuencia de las dificultades en el mercado de los bienes básicos, el entorno económico internacional para nuestro país se ha deteriorado, los flujos de capitales se han reversado y el crecimiento económico, en los dos últimos años del gobierno Santos, fue decepcionante. Todo pinta para que a futuro la situación el país mejore.
Algunos argumentarán que el esfuerzo es insuficiente, que la desigualdad es rampante, que la corrupción es insoportable, y en parte tienen razón. Sin embargo, con todo y estos problemas, el crecimiento económico, como las olas que destruyen los castillos de arena de la pobreza en una playa, sigue implacable asegurando bienestar para los menos beneficiados.
Para sacar más personas de la pobreza, hay que trabajar en todo lo que lo facilite responsablemente. Hay que explotar los recursos naturales de manera responsable, pero explotarlos, hay que construir viviendas, oficinas, bodegas y hoteles de modo sostenible, crear industrias, producir carros, motocicletas y máquinas con conciencia ambiental. La visión del buen salvaje de Rousseau, la de que todo tiempo anterior fue mejor, de que el desarrollo económico se debe moderar, es sencillamente irresponsable y linda en lo criminal cuando se le niega mejores condiciones de vida a los menos beneficiados.
En redes sociales, donde cada vez más se consolidan tesis exóticas que se desconectan de la realidad, se evidencia la falta de sensatez sobre la necesidad de que impulsemos el desarrollo. Ya no se exige que la minería sea responsable, sino que no haya minería en ningún lugar, no se exige que los buses de Transmilenio contaminen menos, sino que no contaminen en absoluto. Generar marcos que permiten el desarrollo responsable y organizado de la vivienda como el POT ya no es impulsar el desarrollo, sino beneficiar a los constructores. Estas tesis, poco a poco, van afianzándose en el creer popular, a costa de los menos beneficiados.
En este sentido, lo más importante de las elecciones que se vienen este próximo 27 de octubre es tener administraciones que estén en pro del desarrollo, que controlen los excesos de las corporaciones pero que trabajen con ellas para crear actividad económica, que tengan en cuenta el medio ambiente pero no a costa del bienestar del pueblo. Necesitamos gobernantes sensatos que no solo piensen en la gente en el discurso de consecución de votos de antes de la elección.