Analistas 07/12/2017

Dos dedos

Marc Hofstetter
Profesor de la Universidad de los Andes

A La Mesa, Cundinamarca, la separan menos de 50 kms. de Bogotá. La vía que las comunica serpentea por entre montañas y en un corto recorrido supera una diferencia de casi 1.500 metros de altura. La vía, por ahora, tiene un solo carril en cada dirección. Como La Mesa es destino o paso obligado para miles de veraneantes bogotanos, en los festivos las autoridades de tránsito suelen cerrar el carril de bajada y habilitarlo para que los vehículos que regresan a la capital utilicen ambos carriles hacia arriba y así agilizar su retorno. Dónde comienza ese plan retorno y a qué horas termina no tiene una regla fija. Se aplica el “a según”. En ocasiones el operativo arranca en Anapoima, a veces en La Mesa, frecuentemente en La Gran Vía. La hora final también está sujeta a sorpresas. Pueden dar las 9 de la noche con la vía aún habilitada en una sola dirección pero también es posible que a las 7 ya hayan cerrado el carril extra.

Para peatones, ciclistas, motociclistas, conductores y pasajeros resultaría extremadamente peligroso no saber si la circulación va para un lado o para el otro en cierto sitio y horario. Así, uno esperaría una señalización que indique continuamente y con precisión si el tramo por el que se circula va para arriba o para abajo y le advierta con buena anticipación si eso va a cambiar más adelante. Bastaría con tener a lo largo de la vía semáforos que pendan sobre cada carril, advirtiendo la dirección en que está habilitada la circulación: la vida de los usuarios depende de entender bien esas reglas. Pero no hay un solo semáforo. Los usuarios terminan adivinando la regla del día, basados en el comportamiento de otros usuarios: “¡si ese carro se botó por el carril de bajada debe ser que está en un solo sentido!” parece ser la estrategia ganadora.

Hace unas semanas hice ese recorrido en el horario de la incertidumbre sobre la dirección de la vía. De noche, cerca de La Mesa, a orillas de la carretera un policía mantenía el brazo erguido como la Estatua de la Libertad. Cuando pasé a su lado, conduciendo, me pareció distinguir que tenía dos dedos levantados, como señalando una victoria. Ganó Nacional, pensé primero; soltaron a los presos políticos en España, pensé luego; petristas y uribistas firmaron un compromiso para dejar de hacer una campaña ruin, reflexioné seguidamente. Luego pensé que la señal policial no era una “V” sino un “dos”. Claro, me dije, el “dos” quiere decir que la vía opera en dos sentidos, hay autos subiendo y bajando y por tanto el imbécil del BMW que acaba de zumbar a mi lado va a matar al que venga bajando. Luego pensé que el “2” quería decir que ambos carriles iban para arriba y el imbécil era yo por no saber interpretar tan clara señal. Seguidamente me confesé: en realidad estaba muy oscuro cuando el policía nos indicó qué hacer.

Es plausible que sólo tuviera un dedo levantado. ¿Un dedo levantado qué significaría? ¿Que hay solo un carril habilitado para subir o que la vía opera en un solo sentido?

En medio de tan intensa elucubración recordé los 7.000 muertos anuales en accidentes de tránsito en Colombia que representan 3,2% de las muertes, los 42.000 lesionados en esos incidentes, y cuán rentable sería una estrategia seria de señalización de punta a lo largo y ancho del país. Una señalización con dos dedos. Dos dedos de frente.

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