En días pasados unos jóvenes disfrazados de universitarios recibieron un fuerte golpe al ser capturados por la Fiscalía y la Policía. Estos jóvenes se dedicaban al comercio ilegal de estupefacientes en la Universidad Surcolombiana.
Gracias a esta acción oportuna de las autoridades se logra disminuir ese comercio ilegal que tanto está afectando a la población universitaria. La Universidad tuvo el coraje de denunciar las anomalías que allí se presentaban en forma permanente y parar, de alguna manera, para que esto no siguiera prosperando.
Para el mundo universitario colombiano, esta lección de la Usco debe ser asimilada y seguir su ejemplo, con el fin de terminar en todas nuestras instituciones de educación superior, donde se están formando los profesionales del mañana, con este flagelo y evitar que bajo la disculpa de que “da pena” no se actúe en contra de estos delincuentes.
Son muchos los disfraces que usan los distribuidores para alcanzar su meta, vendedores de dulces, venta de “fármacos” con entrega a domicilio y muchas más, logrando así penetrar, corromper y deteriorar la salud y buen desarrollo de nuestros jóvenes universitarios.
Que flaco favor le hacen a la sociedad quienes ocultan este fenómeno y no recurren a las autoridades competentes, teniendo en cuenta la debilidad de la organización universitaria, que por vocación se dedica a la enseñanza, frente a delincuentes que utilizan toda clase de artimañas y medios para poder colocar sus productos en manos de estos jóvenes, incitando en muchos de ellos el robo y la venta de sus cuerpos.
Insisto, esta lección de la Usco, debería ser conocida por el mundo universitario e incluso expandirse a toda la población estudiantil, impidiendo así que niños desde los nueve años comiencen este recorrido doloroso, comandados y dirigidos por depravados mayores de edad quienes con el dinero logran conquistar sus mentes y voluntades.
En la población femenina esta situación es aún más grave. La condición de mujer las hace más vulnerables y más fáciles de explotar, no solamente en el ejercicio del comercio ilegal de los estupefacientes sino en el comercio de sus inocentes cuerpos.
El daño a toda la población y a todos los estratos que la droga “LE HA HECHO“, no tiene igual y todos debemos actuar si queremos liberarnos de esta insoportable situación.
De esto no se libra nadie, nos han penetrado en todas las edades, en todas las actividades y en un número importante de personas, muchos de ellos que ocupan cargos de gran importancia y que están sometidos al vicio, muchas veces tomando decisiones sin su voluntad y su cabeza en el sitio que corresponde para esas responsabilidades.
Todos debemos tomar las medidas preventivas y curativas para no seguir sometidos a una sociedad a la que cada día se vinculan más esclavos del vicio.
En este inaplazable proceso de limpieza social todos debemos colaborar sin excepción y todos debemos ser sometidos a lecciones permanentes de prevención del vicio, por un lado y, por otro tener presente las graves consecuencias para la salud de quienes han caído en esa pesadilla.
No es pecado reconocer esta situación y sí sería un gran pecado, imperdonable, no tomar las medidas necesarias para hacer que todas las instituciones de nuestro país, estén conformadas por una población sana y prudente.
Este es nuestro gran desafío frente al mal que nos viene haciendo el mercado de la droga, que cada día sigue acabando con la vida y la salud de muchos ciudadanos colombianos.