La juventud fue en principio un obstáculo para alcanzar el éxito profesional, con uno de los tantos tabúes colombianos: “la experiencia viene con la edad”. Gracias a que el número de gerentes jóvenes se incrementa exponencialmente por los procesos de modernización de las empresas familiares y por nuestras gestiones como emprendedores al tomar la dirección de las organizaciones, se demuestra que efectivamente es un tabú.
Este es un panorama de la actualidad colombiana. Aunque es innovador, diariamente se dice y se repite que los menores de 30 años somos los que más cambiamos de empleo en el país según un estudio de Acrip (Asociación Colombiana de Gestión Humana). Agregaría que la respuesta del cambio constante es producto del ambiente corporativo en el cual importan más las ganancias a corto plazo, que la vida a largo plazo; valen más los números que las personas.
Al ir a un ritmo más acelerado, generamos un cambio en la gestión de las personas en las organizaciones al innovar, crear y tener impacto que ejerza la autoridad desde la motivación sumando a otros, con un perfil informal, multitasking y comunicativo tanto con los colaboradores como con los jefes. Siempre me deja un buen sabor de boca, el saber que al estar mejor preparados somos más globales, destacándonos en habilidades sociales, estrategias arriesgadas, con la energía necesaria para forjar empatía con el resto, sin creernos superiores; lo que nos convierte en expertos de contenidos que ejecutivos mayores aún no dominan del todo, debido al conocimiento real del target y eso nos da ventajas.
Aunque nos consideran indispensables en la nueva economía con factores de satisfacción profesional, que son más importantes que la misma remuneración salarial (salario emocional), el nivel de eficiencia y la fidelidad que lleva a la situación de abandono corporativo está relacionado con el hecho de no encontrar un ambiente laboral adecuado y la creencia común en el mercado laboral de que somos personas que leemos poco y que tenemos problemas de redacción y ortografía, que somos impacientes, que queremos hacer de todo y que tenemos afán ganarnos la confianza.
Con respecto a esto último, hay empresas que no ayudan a construir confianza, habilidades de cooperación, superación de los desafíos del mundo digital, ni tampoco enseñan la felicidad y mucho menos el impacto que se obtiene trabajando duro por largo tiempo en algo que no se puede hacer en un mes. Lo anterior es el resultado de la falta de esa tan anhelada fidelidad corporativa, o más bien, del ambiente innovador que necesitamos.
Es preocupante que los dirigentes de las compañías y del país no se den cuenta de la ausencia de una política de relevo generacional que está afectando la bolsa de empleo del país, y tampoco podemos tener unos gerentes de puesto en puesto con base en su red de contactos, creando un desequilibrio en la muestra gerencial por falta de un ambiente ideal corporativo, y no por la juventud gerencial.