Abandonar las trincheras
La articulación política, la coordinación institucional y el progreso social en Colombia se encuentran enredados en discusiones bizantinas, diálogos de sordos y odios de clase. Las discusiones de fondo son tan etéreas y personalistas, tan egoístas y elitistas, que resulta casi una utopía pensar en un entendimiento nacional sobre los asuntos de fondo, las cuestiones esenciales sobre las cuales tenemos que establecer el rumbo de la nación.
La sociedad colombiana es en esencia democrática, por lo que estamos obligados a buscar la buena convivencia sin desconocer la pluralidad de opiniones e ideologías, lograr puntos de encuentro para avanzar en medio de diferencias y dificultades, con beneficios tangibles para todos. Pero lo cierto es que estamos enfrascados en discusiones egoístas que no llevan a ninguna parte.
Hacía estas reflexiones después de leer unos fragmentos del psicólogo Adam Grant, de Wharton School, respecto a la importancia de escucharnos y buscar el bien común, salir de nuestras trincheras para buscar consensos, desarmar los espíritus e ir a la esencia de los problemas que nos incumben a todos, como lo son la estabilidad, la armonía institucionalidad, los valores democráticos, un modelo de desarrollo económico sostenible e inclusivo, entre otras variables que permitirán a nuestro país mantenerse estable, crecer y reducir las brechas sociales.
Adam Grant nos anima a ser humildes en nuestras convicciones y creencias, a sentir curiosidad por las opciones distintas, estar abiertos al descubrimiento, pues de nada sirve si todos estamos atrincherados en nuestras propias posiciones, resentidos por cualquier desafío a nuestros puntos de vista.
Deberían existir entornos en los que las personas disfruten de una discusión propositiva e incluso la vean como parte de su trabajo. Una cosa es tener diferentes puntos de vista y utilizar el calor del desacuerdo para forjar una mejor solución, sin que esos desacuerdos se vuelvan personales y lleven a extremos. Grant se refiere a las “conversaciones cargadas”, en las que la gente termina aferrándose a sus posiciones: las personas ignorarán o incluso negarán la existencia de un problema si no les gusta la solución.
Pareciera que estuviera hablándonos a los colombianos. Si bien ya no nos matamos por ser liberales o conservadores, como antes del Frente Nacional, sí nos enzarzamos en discusiones estériles, cuando deberíamos esforzarnos en poner de nuestra parte para sacar al país de sus profundas contradicciones, sobreponernos a las secuelas del narcotráfico, la guerrilla, el paramilitarismo o la corrupción que nos llevaron por la cultura del atajo, del sálvese quien pueda, del ‘quemeimportismo’ y el egoísmo.
Se trata de asumir compromisos, valorar la unidad y el respeto, abandonar las trincheras y buscar consensos, alianzas, el bien común por encima del personal, ser grandes en la búsqueda de compromisos por un mejor país. De no hacerlos, seguiremos inmersos en discusiones y bajo el riesgo de caer en el populismo inviable, en políticas sociales incumplibles y en un paternalismo oficial nocivo.
Es hora de que los colombianos valoremos la necesidad de convivir, confluir para construir y persistir, procurar escenarios democráticos y espacios de diálogo, asumir responsabilidades y salir de las trincheras de la negligencia, el orgullo y la arrogancia.