Avanzar no implica derrotar al otro
Leyendo el libro The Infinite Game del escritor y conferencista inglés Simon Sinek me encontré con una poderosa reflexión sobre la importancia de concentrarnos en avanzar una causa y no en obsesionarnos con derrotar al otro.
Sinek relata una experiencia reveladora: fue invitado a hablar en dos eventos distintos, uno organizado por la empresa Microsoft y otro por Apple. En el primero, los presentadores dedicaron gran parte de su tiempo a hablar de cómo vencer a su competencia. En el segundo, los expositores se centraron en cómo ayudar a los profesores a enseñar y a los estudiantes a aprender. La conclusión fue que mientras unos estaban obsesionados con derrotar al otro, los otros estaban comprometidos con avanzar una causa.
Esa diferencia, aunque simple en apariencia, es fundamental y se aplica con particular pertinencia al momento actual que vive hoy Colombia. Hoy nos enfrentamos a una confluencia de desafíos: una situación fiscal que compromete la sostenibilidad del Estado; un sistema de salud en riesgo de colapso por desfinanciamiento y decisiones erráticas; una crisis energética que expone la falta de planificación e inversión; un deterioro creciente en la seguridad; una profunda desconfianza institucional alimentada por la polarización, la estigmatización del disenso y el debilitamiento de los contrapesos democráticos; y un administración pública errática y desarticulada.
Sin embargo, más allá de estos síntomas, lo más preocupante es que el país parece cada vez más atrapado en una lógica de confrontación. La conversación pública -desde lo político hasta lo mediático- gira en torno a quién derrota a quién, quién impone su narrativa, quién cancela al otro. Como si el propósito colectivo de nación hubiera sido reemplazado por una competencia permanente, donde lo importante no es resolver los problemas, sino destruir al adversario.
No podemos construir un país próspero y sostenible desde el resentimiento ni desde la revancha. Se construye desde el propósito, desde una causa común que nos convoque a todos -más allá de ideologías- a defender lo fundamental: las instituciones, la democracia, el respeto por la diferencia, la dignidad de las personas.
La historia de Sinek nos recuerda que una organización -y por extensión, una sociedad- solo puede perdurar si tiene claro su propósito y ese propósito, en nuestro caso, no puede ser otro que construir un país viable, justo, equitativo, competitivo y solidario.
Quienes trabajamos desde el sector público, el sector privado o la sociedad civil por un sociedad más justa y equitativa debemos preguntarnos: ¿Estamos obsesionados con vencer al otro o enfocados en avanzar una causa? ¿Estamos jugando un juego circunstancial que se agota en el corto plazo, o uno propositivo e inclusivo que se mide en impacto, confianza y sostenibilidad?
Avanzar una causa implica asumir que no hay progreso posible sin instituciones fuertes, sin libertad de prensa, sin justicia independiente, sin reglas estables, sin ciudadanía informada. Implica entender que el desacuerdo no es traición, que escuchar al otro no es debilidad, sino madurez democrática.
Hoy, más que nunca, Colombia necesita líderes que construyan sobre lo construido, que eleven el debate, que entiendan que ganar no es destruir, sino sumar. Porque si nos seguimos obsesionando con vencer al “otro”, podemos terminar perdiéndolo todo.