En los diferentes escenarios de conversación y a todos los niveles se escuchan cada vez más voces que representan al sector privado, trabajadores, estudiantes, al Gobierno, al Congreso y a los mismos ciudadanos hablar de la urgencia y necesidad de generar confianza. Pero ¿qué es confianza? ¿Cómo se genera? ¿Por qué es tan difícil lograrlo en medio de diversas ideologías, pero con un objetivo común como es sacar adelante a Colombia?
La confianza se define como la “esperanza firme que se tiene de alguien o algo”, y se sustenta en la creencia o seguridad en la honestidad, integridad, habilidades, capacidades o buenas intenciones de una persona, entidad o sistema, y sobre todo en una secuencia de acciones correctas en el rumbo correcto y por el bienestar común.
En Colombia, definitivamente tenemos una falta de confianza que si le sumamos que venimos de tiempos difíciles que nos han obligado a mantenernos en una burbuja pretendiendo proteger sólo lo propio sin tener una mirada con sentido comunitario, además de que estamos saturados de un permanente bombardeo de mensajes de amor y odio, de confrontación e intolerancia. Zanjar las diferencias, limpiar tanta maleza y sembrar confianza es uno de los grandes retos que tenemos por delante.
Solo recuperando esa confianza podremos avanzar en la lucha sobre los retos de país, se requiere del esfuerzo de todos si tenemos en cuenta que no son suficientes los recursos para suplir las necesidades de Colombia y que las buenas intenciones no bastan, ni es tarea de cada estamento hacerlo por su lado y por su cuenta, ni ayuda sustentarse en ideologías ni en egoísmos corporativos.
Construir confianza es un proceso que se consolida cuando todos somos capaces de quitarnos apellidos y títulos, hacer a un lado estratos, nos remangamos la camisa y nos sentamos en una mesa a dialogar sin prevenciones. A buscar acuerdos con toda la disposición para cumplirlos, con la voluntad y grandeza de ceder para apostarle al crecimiento del país con pragmatismo y sin ideologías.
Diferencias siempre tendremos y es parte de nuestra riqueza democrática. Cuando logremos ese acercamiento sincero, podremos abordarlas y reconocerlas para encontrar los puntos en común que nos llevarán a generar confianza mutua y con ello trabajar juntos por el bien del país de hoy y de mañana.
Las palabras sinceridad y certeza son principios fundamentales e indispensables para crear lazos de confianza que lleven a tejer bases sociales más resistentes, activas y solidarias, para promover dinámicas productivas que contribuyan a reestablecer la confianza institucional que se ha perdido en la mayoría de los estamentos precisamente por el círculo vicioso de la desconfianza.
Sólo en la medida que construyamos una base sólida de confianza podremos atacar de manera más eficiente y pronta la inequidad, la exclusión, encontrar mecanismos para crear oportunidades de desarrollo, empleo y crecimiento para todos y no sólo para unos cuantos.
Hay que dejar atrás los discursos con señalamientos y concentrarnos en lo que nos une y actuar cada uno en sí mismo y en su entorno, actuar con honestidad, invitar al diálogo y a la concertación. Cuando persisten las acusaciones, la mirada al espejo para hablar de lo que pudo ser y no fue, nos estancamos. Mirar nuestros puntos en común hoy facilitará una conversación fluida para cerrar el círculo intergeneracional de pobreza que todos queremos superar. ¿Lo logramos?