Analistas 10/12/2018

Economía Naranja en la ola verde

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

La Economía Naranja es tan importante como extensa y abstracta, lo que la deja en una situación de extrema fragilidad frente al inmenso aparato burocrático y expuesta al olvido institucional. Y si algo llama la atención ha sido la rapidez con la que los colombianos nos subimos a la ola naranja, casi como una prolongación de la ola blanca de la paz.

El sector público está inmerso en ese concepto y el privado lo acoge con entusiasmo. Incluso los mercados lo bautizaron con el sorprendente éxito de la primera subasta de bonos de Bancoldex para financiar proyectos de empresas vinculadas a las industrias creativas y culturales, con una demanda que dobló la oferta. Buena señal.

El extenso listado de las posibilidades naranja genera acciones dispersas porque se intenta abarcar todo y se aprieta poco. Por lo anterior, el punto de partida debería ser el ecoturismo, por cuyo entorno se mueven las industrias creativas, la cultura en todas sus posibilidades, y desde la tecnología, la innovación y el emprendimiento hasta la gastronomía, las artesanías, la moda o las artes visuales.

El ecoturismo, el turismo naturaleza, la ola verde, es tendencia mundial y el encadenador perfecto para potencializar el nuevo sector naranja, para darle un objetivo concreto al desafío y propiciar la interacción entre los diferentes actores e instituciones del Estado y la sociedad.

Se podría pensar en una entidad independiente que tenga como eje el ecoturismo, engranar allí a las industrias creativas, hacer converger las entidades afines y darle una evolución a iNNpulsa para sumarle a la innovación y al emprendimiento todas las acciones que la economía naranja y el turismo naturaleza generan en el sistema productivo.

El balón queda en el campo del recién conformado Consejo Nacional de Economía Naranja, integrado por siete ministerios (Cultura, y no Comercio, lo preside) y cinco entidades nacionales, con el reto de establecer una política pública que produzca una oferta competitiva, con acceso al crédito, a los mercados, a las cadenas de valor; capaz de generar una dinámica permanente y progresiva que logre darle a la Nación un liderazgo internacional y buenos dividendos.

Asimismo, se proyecta la creación del Viceministerio de Economía Naranja y de un Fondo de Economía Naranja, necesarios, sin duda, pero convendría apostar por una entidad independiente de los ministerios, sin injerencias transversales, que responda a la Presidencia, que los aglutine a todos, canalice los esfuerzos, defina las políticas e invierta los recursos. Los viceministerios y sus fondos espejo suelen quedar de manos atadas para la generación de proyectos y su ejecución.

Es posible también reconocer ventajas competitivas en algunos de otros subsectores en los cuales Colombia tiene reconocimiento, como la cadena de software y el diseño en confecciones. Hay buenos emprendimientos en animación y un ilimitado universo de posibilidades en muchos ámbitos, como el de la impresión 3D.

Son tan amplios los conceptos de la Economía Naranja que obliga a construir un marco de referencia más allá del “conjunto de actividades que de modo encadenado permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual”, que es la definición del BID, crisol donde prosperaron las ideas anaranjadas del presidente Duque. El ecoturismo puede ser el motor de arranque.

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