No desviar las prioridades
Este miércoles 2 de agosto la alianza de gremios y asociaciones Aliadas presentará una reveladora encuesta sobre el mercado laboral relacionada con las barreras, preocupaciones y necesidades de los colombianos, tanto formales e informales, y sus expectativas frente a lo que consideran más conveniente para su futuro.
Estos análisis sobre la realidad laboral son importantes para tener una visión amplia respecto a las prioridades y políticas que se necesitan para obtener un crecimiento capaz de contribuir al cierre de las brechas sociales, para que más colombianos tengan poder adquisitivo y bienestar que dinamicen el círculo virtuoso de desarrollo con empleo formal y de calidad.
No podemos abrir la discusión de una reforma laboral con la suposición de que los trabajadores son todos formales y que pretenden más estabilidad, ni presentar al tejido empresarial de forma parcial y bajo la premisa de que su papel es pagar obligaciones y no como la fuente que produce los recursos para la subsistencia y bienestar de todos.
También debemos incluir la opinión de la mayoría de los dolientes, que son los jóvenes. Cuando uno habla con ellos se encuentra con que quieren flexibilidad, independencia y autonomía, que se acabaron las premisas del siglo pasado de casa, carro y beca, que la nueva trilogía es viajar, conocer, compartir. Para ellos la reforma laboral presentada no es suficiente.
Y cuando uno habla con los empresarios comprueba la falta de conexión entre el sistema educativo y la realidad laboral, que falta recurso humano técnico y bilingüe, así como una mayor interacción con la academia, con las autoridades y el entorno social.
Hemos desviado la discusión a deberes y derechos y no a tener en cuenta las prioridades de los actores del mercado laboral.
Se formulan políticas de “formalización” o “legalización”, sin tener en cuenta que la economía informal es de subsistencia, y hasta se puede dividir en tres categorías (que presentaremos en el congreso de Aliadas) que no obedece a las reglas del mercado formal, se ahorra los costos adicionales de impuestos de renta, seguridad social y parafiscales, evita los trámites engorrosos y la mayoría de los ciudadanos que la componen agradecen la posibilidad de administrar su propio tiempo. Es un reto mayúsculo para una economía como la colombiana donde 57,6% de las personas ocupadas son trabajadores informales y las microempresas representan 90% del total de los negocios que debe sobrevivir en un mundo de poca capacidad logística, sin financiamiento legal, ni acceso a la tecnología.
Estudios como el que adelanta en la actualidad la firma Cifras y Conceptos para la alianza Aliadas muestra unos datos muy interesantes que deberían referenciarse y tomarse en cuenta para las políticas de Estado, como el hecho de que los informales en general son felices en sus puestos de trabajo.
La experiencia y la realidad nos enseña que no se puede satanizar la informalidad, pero si alentar las opciones acorde a sus prioridades y necesidades, para integrarla al sistema nacional formal, que conviva con el Estado y con el resto de la sociedad según sus propias particularidades, hasta que logremos un mecanismo que refleje su realidad y la conveniencia general, con un mercado laboral productivo y creciente, unas administraciones que derriben barreras e integren a sus ciudadanos, sin desviarnos de la prioridad que es desarrollo para a equidad y la inclusión.