¿Y nosotros esperando?
Colombia no puede seguir perdiendo oportunidades. Es ahora o nunca. El mundo entra de lleno en una nueva etapa, la del poder digital, y quedarnos rezagados no es una opción. Estados Unidos lo sabe, y está marcando el rumbo. Colombia debe decidir si quiere seguir observando desde la barrera o si, por fin, va a tomar una posición de liderazgo.
Apenas dos días después de iniciar su segundo mandato, el presidente Trump firmó una orden ejecutiva que establece la prioridad de Estados Unidos en la tecnología financiera digital. Como bien lo recuerda Juan Esteban Orduz en su reciente columna en El País, esa orden fue seguida por la creación de una Reserva Estratégica de Bitcoin y una Reserva Nacional de Activos Digitales bajo el control del Tesoro. El mensaje es claro: la economía digital no es un futuro hipotético, es el presente geopolítico.
Colombia no puede seguir esperando a que el mundo decida por ella. Es hora de asumir con seriedad la transición hacia una economía digital que permita reducir el costo de las remesas, ampliar el acceso a servicios financieros, mejorar la asignación de subsidios, modernizar los registros de propiedad y fortalecer las cadenas agrícolas. La transparencia y eficiencia que ofrece esta tecnología puede devolverle al ciudadano la confianza en las instituciones, en el país y en su propio destino hacia la competitividad.
Mientras el mundo acelera, nosotros dudamos. Estados Unidos lidera, China avanza con decisión, Europa regula con firmeza, India y el sudeste asiático se expanden en pagos digitales y plataformas móviles. Colombia, en cambio, mantiene una actitud pasiva, como si el tiempo jugara a nuestro favor. ¿Qué estamos esperando?
La economía digital es hoy el motor de la productividad, el empleo y el poder económico mundial. Comercio electrónico, inteligencia artificial, blockchain, big data, plataformas, internet de las cosas, computación en la nube son términos que ya no describen un nicho, sino la columna vertebral del crecimiento global. La desconexión de Colombia con esta realidad nos condena a la irrelevancia si no reaccionamos ya.
Tenemos con qué: una juventud conectada, un ecosistema fintech en expansión, una comunidad de desarrolladores que crece y un nivel aceptable de bancarización digital. Lo que falta es visión estratégica. Necesitamos una Política Nacional de Economía Digital robusta, ambiciosa y ejecutable, con metas claras en conectividad, educación digital, ciberseguridad, diplomacia tecnológica y transformación empresarial.
El Estado no puede ser un espectador. Debe convertirse en el principal comprador de soluciones tecnológicas, modernizar su infraestructura digital y usar la contratación pública como palanca de dinamización. Además, urge reformar el sistema educativo para formar ciudadanos preparados para una economía basada en datos, algoritmos y automatización.
No se trata solo de crear startups, sino de asegurar que puedan escalar, competir globalmente y quedarse en Colombia. El talento está, pero si no hay condiciones para su desarrollo, seguirá yéndose.
Colombia no puede quedarse en la periferia tecnológica. La brecha que nos separa del mundo no es solo de ingresos o infraestructura. Es, sobre todo, una brecha de visión. Y en el mundo digital, quien llega tarde, paga caro.